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«DOMINGO. LA REPUBLICA. Domingo de febrero de 19893 Congelar y revivir cadáveres sería posible Por Ingrid Zahn, de DPA Actualmente una utopía pero no en el futuro. Por qué lo consiguen otros seres vivos?
Bitent le CIRCULACION PRESTAMO Rica El congelar un cadáver con la idea puesta en su posterior reanimación, contando con los avances científicos del futuro, sigue siendo, aparte de una utopía, una cuestión muy cara. El deseo de inmortalidad del ser humano es aprovechado hasta el límite por gente avispada y no sólo en Florida (EE. UU. Desde un punto de vista cientifico, todo ese ceremonial de preparación dirigido a una muerte alternativa es un disparate que lo único que hace es dañar el prestigio de la investigación biológica en el sector de las bajas temperaturas. afirma el Dr. Harold Neryman, representante de la Cruz Roja Estadounidense y uno de los miembros fundadores de la «Sociedad de Criobiología. que acaba de sesionar por vez primera en Alemania Occidental.
La Sociedad se fundó hace 25 años y sus objetivos han sido explicados por el profesor Guenter Rau, Director del Instituto Helmholtz de Técnicas Biomédicas, señalando que sus trabajos se basan en el estudio de la posibilidad de conseguir que la materia viva, congelada a bajas temperaturas, conserve su capacidad de funcionamiento. Rau destaca que lo que la Sociedad investiga es algo que se produce en la naturaleza desde hace milenios. Algunos árboles, como el Abedul, alteran su nivel hormonal con objeto de superar temperaturas extremas y hay animales, como las ranas o las tonugas que acondicionan sus organismos con el mismo objeto.
El primer descubrimiento importante que se hizo en la vía hacia la técnica de la conservación fue más bien casual, como tantos otros. El investigador inglés Audry Smith observó ya en 1949 que la glicerina podía impedir la congelación de células, lo que posibilitó la conservación posterior de muchas sustancias, desde sangre hasta trozos de médula ósea, a disposición según las necesidades, lo que ha permitido ampliar considerablemente la posibilidad de los trasplantes.
Sin embargo, la criocirugía no utiliza las bajas temperaturas para la conservación sino para la eliminación dirigida del crecimiento celular desordenado. Esta técnica ha mejorado sensiblemente, por ejemplo, la cirugía de la retina y a la evitación de cegueras en casos considerados como desesperados.
Todas estas utilizaciones no deben, sin embargo, ocultar el hecho, afirma Rau, de que «nos encontramos en el comienzo de nuestras investigaciones. Seguimos trabajando, en muchas ocasiones, en forma de tanteo, de pruebas, ya que nos faltan aún muchísimos datos físicos, termodinámicos y biológicos que nos digan que es lo que podemos mejorar y cuál es lo que hacemos mal. El californiano John Crowe hizo especial hincapié en que aún no se ha conseguido pasar de la conservación por congelación de células individuales intactas a la conservación ilimitada de órganos completos. El creer que lo que es posible para las células individualizadas lo es también para los órganos se ha revelado como «un error. No se pueden conservar indefinidamente órganos como el corazón o los riñones. Todo lo que podemos hacer es alargar su tiempo de conservación, ganar tiempo, en última instancia, hasta que se produzca la coincidencia del órgano apropiado para el paciente apropiado»
Crowe explica que los cristales del hielo dañan las cél y es por eso por lo que no se pueden congelar combinaciones celulares, que son las que posibilitan la capacidad funcional del órgano, ya que la congelación destruye los enlaces celulares, sin contar con que las diferentes células necesitan temperaturas de congelación muy diversas para su conservación sin menoscabos, que oscilan entre los cinco grados bajo cero y varios centenares de grados bajo cero. Esta es una de las causas que explican el por qué es imposible, hasta el momento, conservar un órgano o un cuerpo viviente sin dañarle de forma irreversible.
Lo que se busca en la actualidad son nuevas sustancias que no formen cristales al ser congeladas, pero hasta el momento se ha demostrado que estas sustancias actúan de forma agresiva sobre las células a conservar, destruyéndolas. La solución es diluirlas, pero el método origina nuevos problemas, que están muy lejos de ser resueltos.
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