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LA REPUBLICA. Domingo 22 de julio de 1990.
DOMINGO 9B Ciudades de histéricos El costarricense Dr. Ronald Herbert Quintanilla nos habla, desde la ciudad de los rascacielos, de la, locura de ese gran país.
Dr. Ronald Herbert Quintanilla RNATIO BISI out of ge. Gentes perdidas en un mar de sueños, viven sus esperanzas trashumantes, sentadas en los bancos de los trenes. con la mirada fija, como mirando nada de repente; venidos de lejanos plenilunios, se ven dubitativos, meditando al sofisma de todos los olvidos.
Unos, leyendo garabatos de un periódico en chino, que dice todo de esa patria extraña, y no nos dice nada. otros, con la excitante nervadura de las hojas de coca y la vista irritada; muchos, tocando nalgas de soslayo, como tocar guitarras al descuido, para hacerse los bobos, después delgrangustazo del retoque. Maricones con alma de marranos, con aretes, pelucas y sus senos postizos, lindamente cubiertos con brassieres de seda.
Esto es el gran New York la capital del mundo. Eterno movimiento de las cosas eternas! De cosas increíbles, que no conocen término ni punto. La indiferencia augusta de la gente, es el protervo altruista de un desarrollo inmenso sin despuntes humanos, ni lógica, ni nada; simplemente, las cosas, se presentan tangibles, acamalando muermos realistas, como un insulto breve y desmediy do a la filosofía de todo ser humano.
Trenes que van y vienen con abulia, chillantes y cansados y los mismos chillidos se repiten constantes hasta la misma muerte, del tiempo y del espacio; unos están, o paran, y otros llegan, ululando estridencias, como si acaso el viento viniese retrasado, persiguiendo la sombra del vagón que se pierde en un tunel oscuro para no volver más.
TIMES SQUARE. Un tiempo de nostalgia y arrebato, en la esquina del tiempo no encontrado; donde los hombres sueñan al golpe de los pasos, como estrujando el alma; de un esquite que vaga a la deriva, en la mar incesante de prisas y apriscos. De denuedos y farsas semantinas.
Dentro de esta locura rechinante, dentro de este vaivén, loco y preciso; intempestivamente, la vida sigue el ritmo guturante, de las indiferencias porcentuales, del devenir humano en perspectiva.
Cabe, con lo inaudito del concepto, mirar como embobados por el tráfago, la escueta contundencia del tropel de la gente: pensante, apresurada y sin destino. Gambeteando anhelante, la esteta decadencia infrahumana. Porque dentro del mundo de. la noche hay un encanto breve, que se cala en los huesos, se filtra en la mirada y se escancia en la médula del alma. Se profundiza al fondo de la masa encefálica, filtra las neuronas de la mente, como si una esclerosis terminante, invadiera las dársenas, de todo el sentimiento de la tierra.
La multiplicidad de los idiomas es una selva muda y guturante, donde todo se entiende, sin entenderse nada; desde los arameos a los godos, desde las razas arias a los Indios de América. Todo es un revoltijo de palabras revueltas en sus formas, con enredos quichuas que son un esiropicio desidente, horadando las normas de la lengua española.
Indúes retostados, jumentados de sucios estropajos, van cubriéndose todo como una contumacia musulmana, pernoctando en los antros de Occidente.
Todas las tradiciones dan un paso; desde las ortodoxas, al Islam incongruente y rezagado; desde Mahoma a Buda, con todos los preceptos encontrados. van refunfuñando en su presagio, indiferentes todos, al proceso del tiempo y del consenso, del carnay val quimérico del mundo. Golpeando las baldosas con los pasos.
Regularmente, algunos, con Biblias en las manos, arengan transeúntes en el subway, con todo el estropicio de su cansante laya; y con furia de parias o tarados, anuncian el final: una hecatombe; con ese apocalipsis de paquete que todos buenamente conocemos. En estos arrabales, un negocio manido y sin impuestos, dentro del bajo mundo de los apostolados y los dioses. Con el regio contraste de la Quinta Avenida de la Tierra; vemos a cada instante caras tristes y afines, buscando buenamente una salida; un punto que demande un puesto fijo en las necesidades más vitales.
En las más altas horas de la noche, Times Square tiene el encantamiento donde reposa el estro de la gleba, con la cruel hermosura cincelando un responso, en esta esclerosante catadura. De ignorancia y desprecio.
Un segundo hay silencio ipero; de golpe! Surge descompensado el gran ruidaje El rechinar de rieles se vuelve insoportable y no termina nunca. las gentes caminan al suplicio, como si fuese aquello un campo de exterminio hitleriano. Como autómatas, idos, delirando, se meten en los trenes, se sientan y se callan, se recogen y pasan, como pasan las sombras para dar paso al mundo de la noche. Se miran y se callan con la facundia altiva del desprecio.
Yun poco así de a tientas, por no decir llorando, recorren el camino de la infancia para prevalecer en el concepto mesiánico de tanta nervadura, ocultando el sofisma del recuerdo.
Mientras el remolón de los vagones sigue el compás tristoso y guturante, de los rieles que lloran día y noche, cargando el indumento quejumbroso de todo aquel mutismo prevaleciente. medito incesante y largamente, prensado en esa comba de inefables anhelos desmochados, ante el silencio augusto de la noche profunda que no se acaba nunca.
Van pasando las sombras de la ciudad del mundo,. como barcos que pasan por la rada olvidada de los deltasugi alma. Mi éxtasis se acerva y se estremece, desesperadamente ante el encuentro.
Times Square. vital en la existencia de todo el universo, es la sensual locura de un New York encantado y contundente.
Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.
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