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Roch. Ninguno. Is. Sí, está como preocupada, se distrae con frecuencia, ya casi no se sienta al piano su pasión favorita y busca la soledad. Una madre no se equivoca: cuando tales sintomas aparecen en una joven, es casi seguro que en ella ha germinado un sentimiento nuevo: el amor.
Roch. Turbado. Usted cree que Irene. Pero Irene hasta ahora no se había fijado en nadie. Is. Qué tiene de particular? Pero una naturaleza sensible y amorosa como la suya porqué había de sustraerse los sentimientos propios de su edad?
Roch. Cierto. puede ser. Is. Ahora bien, si el novio es digno de ella, si la ama profunda y desinteresadamente ¿por qué no han de casarse. Pausa. El Coronel se pasea para ocultar su turbación. Los jóvenes se entienden pronto.
Roch. Deteniéndose bruscamente. Entenderse! Los jóvenes. Pero ¿qué está usted diciendo, señora ¡con mil. Is. Esta mañana vino pedirme la mano de Irene el Conde de Verteuil, propietario de la quinta vecina, joven educado, rico, y de elevados sentimientos. En las visitas que nos ha hecho he creído notar que no le es indiferente Irene: ahora, por el cambio repentino que en ella se ha operado, sospecho que está enamorada de él.
Roch. Enamorada. enamorada. Se pasa la mano por la frente y se apoya en una silla) Is. Solicita. Qué le pasa usted, Coronel?
Roch. Nada. un maldito vértigo que me da veces cuando no hago ejercicio: resabios de la vida militar. Ya pasó. Con que ¿decía usted. Se sienta leer un periódico y se pone unos lentes que están sobre la mesa. Is. Contemplándole asombrada. Como! Coronel desde cuándo gasta usted lentes?
Roch. Hace algún tiempo que estoy perdiendo la vista y. Is. Toma! si son mis lentes! Cómo puede usted ver con ello si son del número 10?
Roch. Perfectamente. Leyendo. La Prensa, diario de. Is. Lo ve usted? Si es La República!
Roch. Bah! en este bendito país todos los periódicos (Deja los lentes y tira el periódico. Decía usted. Is. El señor Verteuil se empeñó esta mañana en que le contestase ense.
guida; pero yo no podía hacerlo sin consultar antes el parecer de usted y el de Irene. Desde que murió mi marido hace tres años, usted ha sido nuestra Providencia: nos trajo vivir aquí, nos rodeó de comodidades, de lujo, de mil delicadas atenciones.
Sin su generosidad que sería hoy de nosotras, de mi pobre Irene?
Poch No hablemos de eso, se lo suplico. 1s. Irene no se casara jamás sin el consentimiento de usted: jamás, por nada en el mundo, le daremos un disgusto.
Roch. en qué términos hizo su petición ese. señor Verteuil? Is. Me manifestó sin rodeos que sabía que mi hija no tiene dote y que esto precisamente le había decidido, pues así todos verán que la ama por sus prendas personales: conducta noble y generosa que recomienda mucho ese caballero.
Roch. Dando un puñetazo en la mesa. quién le ha contado ese.
caballero que Irene es pobre. Sabe usted, señora, lo que es casarse una joven pobre con un rico, pensar todas horas que está como por caridad en casa del marido y que este tiene derecho decirla: esos trajes de seda que luces en bailes y paseos son mios, 10 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Uzano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud Costa Rica