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yo No matéis más (REFLEXIONES DE EX CONDENADO MUERTE)
Mañana el cañonazo del alba será la señal de los preparativos horrorosos para quitarme la vida.
Tengo aún tiempo para pensar. Dios ha permitido que la víspera de mi último dia conserve toda mi energía para bacerme cargo de mi situación.
Puedo aún respirar ese aire que pronto me faltará, y recibir ese rade luz, que pasa atrevido por la ventanilla de la cárcel, como un mensajero de Dios que viene a recordarme una nueva patria.
Si la sociedad me arroja violentamente de su seno, ha matado mis ilusiones y me ha dado la tumba por perspectiva, y de ese santuario de la muerte se levantará mi espíritu. Sí, hay algo que sobrevive; lo siento en lo más intimo; hay algo en el hombre que se parece al infinito, irá confundirse con la divina esencia. Mañana lo veré; por más que me aflija esta idea.
Mañana palparé ese infinito. De momento se me viene la memoria el pasado. Patria, familia, amigos, los recuerdos de mi vida, todo me viene sorprender y se apodera de mi mente; y si hago un esfuerzo para remontarme otras edades y otras generaciones, veo los hombres de cada país cruzar como sombras si.
lenciosas por mi imajinación, y me afectan mucho más aquellos, que como yo, han sido víetimas de la barbarie de la ley o de la fuerza de las circunstancias.
Mañana seré sacrificado. La sociedad se propone dar en mí un ejemplo y amedrentar a los demás que como yo puedan estraviarse en la senda del deber. Pero sucederá, como na sucedido siempre, todo lo contrario del fin que ia sociedad ha tenido en mira. De la multitud de espectadores que rodearán el patíbulo, la mayor parte irá por curiosidad, y muy pocos se poseerán de un sentimiento de lástima, pero tan pasajero que momentos después estarán en el Teatro en otro espectáculo en que procurarán matar el tiempo, como dicen las gentes del mundo.
Mientras tanto, el hombre se puede arrepentir de todas veras; pero. qué importa la sociedad que el culpable conozca en esos momentos la gravedad de su falta? Quod scripsi scripsi, el arrepentimiento nada pesa en la balanza de los destinos sociales, y el hombre que por el arrepentimiento ha merecido el perdón de Dios, no podrá alcanzar el perdón de la sociedad.
Los momentos son preciosos para mí. El reloj es mi primer verdugo. Cuando yo estaba entrenido en los cuidados del mundo, el sonido de un reloj siempre me fué indiferente. Hay que cuento por segundos el tiempo que me queda de vida, cada campanada de esa máquina produce en mí un terrible efecto. Me parece ver detrás la misma muerte que acelera su movimiento. Una campanada es para mí un toque de agonía, involuntariamente llevo mi mano fría al corazón, que late con extraordinaria violencia.
Solo se habia del bien cuando se ha perdido está para perderse.
Hoy que me encuentro en este trance terrible, siento que me renace, que se me aerecienta el amor la vida. Hoy que toda esperanza ha acabado para mí, hoy que ya parezco tocar los límites de un mundo desconocido, es cuando le tengo más horror la muerte. Qué haré en mi último trance?
Lucharé con mis verdugos me dejaré sacrificar con la tranquilidad de un mártir, que anhela por dejar la vida, para obtener euánto antes la palma? Pero ¿qué oigo. El reloj da las doce. Sí, es la suprema hora del recojimiento; la naturaleza parece dormida y las estrellas atraviesan silenciosas el es105

    Violence
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