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edificios elevados.
Es de suponerse que estos pajaritos vuelan también de noche en com pañía de otras especies migratorias, porque la noche del 28 de Setiembre ne 1889 fueron víctimas del desastre sufrido, cuando cayeron en grandes bandadas sobre esta capital, atraídos por los focos eléctricos, y murieron muchísimos golpeados contra los alambres de la luz, del teléfono y telégrafo así como también contra los campanarios de las iglesias y paredes de los El fenómeno que tuvo lugar en esa noche, dice Mr. Cherrie, y que dió por resultado la destrucción de innumerables aves pequeñas de diferentes especies, no pudo menos que ser observado con sorpresa y curiosidad aún por las personas más indiferentes. El grito de terror de las aves se empezó a oir inmediatamente después que oscureció y no cesó el pánico hasta la madrugada. Por todas direcciones se las sentía volar atolondradas y desorientadas, chocando contra los edificios, los alambres telegráficos y las lámparas eléctricas, matándose instantáneamente las unas y maltratándose Jas otras más o menos. La constante llovizna, la intensa oscuridad de la noche y el fuerte viento que probablemente soplaba por alto, obligaron estas bandadas de viajeros descender a la ciudad, atraídas y deslumbradas por la brillante claridad de las lámparas eléctricas y en busca de abrigo contra la inclemencia de los elementos. En esas circunstancias las aves son susceptibles de deslumbrarse y ofuscarse con la luz muy brillante. En las noches de tempestad los faros marinos en todas partes son puntos de atracción donde van estrellarse contra las lámparas mismas muchas aves grandes y chicas, de variadas especies, llegando a veces en tiempo de emigraciones perecer hasta un millar de ellas en una misma noche y en un solo faro.
En los Estados Unidos, durante las noches oscuras y lluviosas de la primavera y el otoño, no es raro observar este fenómeno en las aves migratorias, cuando una más bandadas de ellas divisan su paso, por las regiones altas, los resplandores de las luces numerosas con que alumbran las ciudades grandes, descienden entonces y se reproduce la escena desastrosa que en la noche referida presenciamos por primera vez en San José. Muchas aves norte americanas abandonan su suelo nativo principios del otoño y se dirigen al Sur en busca de un clima benigno, esparciéndose algunas por casi todo el Continente y las Antillas. Este viaje al Sur lo emprenden en bandadas más o menos grandes, volando cortos trechos y deteniéndose mucho en su marcha; es lo que pudiera llamarse un viaje de recreo, pues no se someten vuelos largos y fatigosos, ni privaciones. esta categoría pertenecen todas las aves que se encuentran de paso entre nosotros y que solo nos acompañan durante algunos meses del año. la llegada de la primavera todas las aves migratorias se apresuran regresar a los Estados Unidos, inmediatamente después de su repatria.
ción empiezan sus tareas de anidar, y reproducirse. Este viaje de retorno lo emprenden con mucha precipitación y casi sin detenerse en el camino para descansar y alimentarse, al contrario de lo que tiene lugar cuando se dirigen al Sur en el otoño. Como consecuencia natural de esto, las aves viajeras no se enflaquecen ni agotan en su viaje de otoño; antes por el contrario, se mantienen lozanas y gordas. Al retornar, en la primavera, si llegan su patria extenuadas de tal modo que es cosa común tomarlas con la mano cuando acaban de arribar, 467

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