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Con esa elocuencia que da el firme convencimiento de que se defiende una buena causa, había dirigido fieros ataques los aficionados, hablando del sangriento y brutal espectáculo, indigno de un pueblo que se precia de culto, que da la medida del lamentable atraso en que se halla esta pobre España, pues la tal fiesta, llamada nacional, es puro salvajismo, reminiscencia perdurable de la antigua barbarie. Cerrad escuelas y edificad plazas de toros; dejad que se mueran de hambre los maestros, y enriqueced los toreros. Veréis así cómo nos luce el pelo.
La mayor parte de los contertulios, amigos o simplemente conocidos de Landa, entaban en contra suya; pero él sólo supo defenderse con valentía, y alguna vez logró conseguir que enmudeciesen sus adversarios.
Aquellos habían sido mejores tiempos para Pepe Landa. Saboreaba entonces la luna de miel con la mujer por cuya posesión tanto había suspirado, podía atender sin apuros a las necesidades domésticas, y la existencia de Manolin estaba aún en la categoría de promesa. Pero ahora, el infeliz, no veía más que sombras y nubes por todas partes, sin un solo claro en el cerrado horizonte de su vida que anunciase el fin de aquel pertinaz chaparrón de desdichas.
Moradores de un estrecho sotabanco, cuyo alquiler pagaban duras penas, matábase Pepe Landa escribiendo, y su mujer bordando, pues tenía unas manos primorosas para esa clase de labores.
Un día, por fin, recibió una carta, mensajera de inesperada ventura: citábale en ella el Excmo. Sr. Cosme Orozco, personaje de muchas campanillas, hombre de buen corazón, que en varias ocasiones había demostrado deseos de favorecer Landa.
La breve entrevista que con él tuvo redujose lo siguiente. Soy el principal accionista dijo el Sr. Orozco de una sociedad anónima recientemente constituída, y destinamos el capital la adquisición de algunas dehesas andaluzas y cría de reses bravas. Uno de los proyectos aprobados es la publicación de una revista taurina, que queremos sea la más interesante y lujosa de España, titulada La Fiesta Nacional. Me acordé de Ud. impuse la Junta el nombre de Ud, para que figure como director al frente de la revista. El sueldo es de trescientas pesetas mensuales ¿Conviene?
Al oír aquello Pepe Landa creyó oír la trompeta del juicio final. Al pronto no supo qué responder. luego fue su primer impulso rechazar el cargo. pero se contuvo, y después de dar sinceras gracias a su protector, le rogó que le coneediera un plazo de veinticuatro horas para contestar.
Regresó a su casa en un estado de ánimo imposible de describir, luchando con la indecisión, devanándose los sesos. Sarcasmos del destino! le ofrecían el pan condición de pasarse al enemigo, de poner su pluma al servicio de lo que tanto detestaba. Había que renunciar. nó, no era posible otra cosa.
Al entrar en casa lo primero que oyó fué el pancuná de Manolín, que estaba en brazos de su madre. Sí, hijo mío! contestó Landa resueltamente ¡Pancunarás! añadió dirigiéndose a su mujer que le interrogaba con los ojos.
Trescientas pesetas mensuales. Cuéntame director de La Fiesta Nacional.
Algunos días después en el saloncillo del Teatro, uno de los más im.
placables de Pepe Landa en las controversias taurinas, le arremetió ferozmente, seguro de arrollar su desarmado enemigo.
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