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Lectura para las damas Las mujeres pintadas por sí mismas Azureir medias En cada hogar que visito, encuentro una mujer, por lo menos, que puede dar aigun ejemplo digno, cuando no el complemento de todos los que sintetizan la nobleza y la virtud.
Entre nuestras mujeres, hay inteligencias altamente privilegiadas. Aun ejerciendo las faenas más humildes, al hablar, revelan un recto criterio, y las alas del pensamiento se agitan con sorprendente rapidez, tal, como si les asfixiara la estrecha vivienda en que se ven reducidas vegetar y oprimiera el corazón, tesoro de desbordadas sublimes aspiraciones.
Con cuantas mujeres cambio impresiones, estudio, sin haberlo premeditado, su conversación; y como de ésta brotan espontáneamente veces brillantes fulgores, siquiera como indicio crepuscular de notable y bien or.
ganizado y equilibrado intelecto, que podría levantar, guiar y resolver con notabilísima libertad y utilísimo acierto, problemas de no escasa importan.
cia para la sociedad, me digo. esta desconocida obrera del pensamiento, pudiera escribir con relativa perfección; he aquí quizá una buena pluma, y entusiasmada insto a la protagonista para que escriba: porque yo quisiera que todas las mujeres escribieran, para probar que ninguna es tonta, aunque desconozcan muchas obras y la retórica: que para tener ideas propias y sen tido común, ninguna de esas cosas hace falta, y yo sé de una de nuestras eminencias, perteneciente al sexo masculino, que escribe huraño sin «h. Vaya una prueba de la propiedad de pensamiento, desarrollado con delicadeza, la vez que escrito con toda corrección gramatical y buena letra, pues que la interlocutora de que se trata, abarca esos y otros útiles conocimientos; aunque, como ya he dicho antes, con distinta forma, la idea puede libertarse de esas cadenas y exponer altiva por su propio valor. Por qué no escribe Ud. le dije. Ud. puede colaborar en los periódicos. Yo, señora. exclamó sorprendida. Qué voy a escribir. Qué está Ud. haciendo. le pregunté fijándome en la labor que tenía en las manos. Pues zurciendo medias. respondió con modestia, la par que animaba su noble semblante esa sonrisa que resplandece por la satisfacción del deber cumplido.
Escriba entonces, que es lo que piensa y espera mientras las zurce.
Si pudieran taparse los agujeritos de la vida como se pueden tapar los de las medias! respondió pensativa, como hablando consigo misma. Ahí tiene el tema. contesté gozosa al convencerme que mi joven amiga no le había de ser difícil elaborar un trabajo bueno y bonito. La complaceré, pero condición de que guarde lo que eseriba, pues sólo lo haré para Ud. ya que se empeña. Lo prometo. quebranto con gusto la promesa. Helo aquí. Cuánta prosa. dirá sin duda la simpática lectora al fijar sus bellos ojos en el modesto epigrafe de este aún más modesto artículo.
Pero no crea la burlona amiguita que voy ocuparme de tan casero asunto sin una muy poderosa razón, y mucho menos, que pienso obligarla, zurcir sus medias, cosa que no ha pasado por mi imaginación.
Ante todo está el deber de sociedad, que nos impone tantas y tantas obligaciones. no es verdad? Pues bien: tengo que complacer una distin.
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