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END einta yardas de bre él, y jamás gas rayas de un e cual si fueran y oscuras de su ura me parecie! es tan grande de las quijadas pies pulgadas Circunferencia de la pata delantera. 8 Anchura de la garra delantera.
64 Peso del animal 490 libras (De «Dos años en la India por WILLIAM HORNADAY)
El Cementerio Ivesaba el lecho hacer, saqué un fle y esperé. El sobre sus pasos iando su olfato cabeza y miró de cólera. Era la puntería sirnerme ver el To me esperaba no la perdía de nuevo. le preabeza me dió El mismo lugar; ada un lado, uelta y me preala en el hueso argué de nuevo, él lenta y cause sobre nosonte, respirando le tres minutos lacer tan indesafiladas garras pesados párpae fijaban en sus stroso costado las profundas El cementerio estaba solitario. Algunos jardineros regaban las plantas, lo largo de la muralla, haciendo oscilar las regaderas con un movimiento continuo igual, en silencio. Los fúnebres cipreses se elevan rectos inmóviles en el aire; solamente sus copas, tintas de oro por el sol, tenían un ligero temblor. Entre los troncos rígidos y verdosos, como de piedra tiburtina, surgían las tumbas blancas, las lápidas cuadradas, las colum nas truncadas, las urnas. los sarcófagos. De la oscura masa de los cipreses descendía una sombra misteriosa y una paz religiosa y casi una dulzura humana, como de la dura peña desciende una agua límpida y benéfica.
Aquella regularidad constante de las formas arbóreas y aquel candor modesto del mármol sepulcral da ban al alma un sentimiento de reposo grave y suave. Pero, en medio de los troncos alineados como los tubos sonoros de un órgano y en medio de las lápidas, los laureles rosas ondulaban con gracia, enrojecidos por frescos racimos floridos; los rosales se deshojaban cada hálito del viento, esparciendo sobre la hierva su nieve odorífera, los eucaliptos inclinaban sus pálidas cabelleras que intervalos parecían plateadas; los sauces vertían sobre las cruces y sobre las coronas su benigno llanto; los cactus mostraban aquí y allá sus magníficos racimos blancos, semejantes enjambres de mariposas durmientes á gaviotas de precioso plumaje. Y, de vez en cuando, el silencio era interrumpido por el grito de algún pajarillo disperso.
GABRIEL ANNUNZIO.
uego al sitio en an treinta yary el ojo irquierero debido lo rdo del cráneo.
ortó la espinal, la fuerza de los uera dable apo1 tanta facilidad comprendí perMúsica Gregoriana De una conferencia habida entre Su Santidad Pío y uno de los redactores de El Figaro de París enviado especial al Congreso que ha de celebrarse para restablecer la antigua música de los templos, recortamos el diálogo siguiente. Harto conozco dijo Su Santidad las dificultades que ha de hallar esta reforma; sé muy bien las resistencias que habrá que vencer; no es obra de un día hacer huir de las iglesias las músicas de baile y de ópera, acostumbrar los músicos católicos al estudio del arte gregoriano y del arte polifónico del siglo XVI, devolver al canto litúrgico su pureza primitiva. Es preciso combatir malas tradiciones ya inveteradas y hechas contra la rutina del gusto público. Vosotros, que sois jóvenes y ardorosos os alegraríais de ver mañana mismo realizada esta gran empresa. Trabajad, aunque sin saña, sin cólera contra los hombres; confiad sobre todo 775 pulgadas

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