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en la sabiduría y en la vigilancia de la Santa Sede. Yo he dicho y publicado mi pensamiento: estad persuadidos de que para lograr que mis palabras sean obedecidas sabré tomar todas las medidas generales y particulares que fuesen necesarias. Yo intervendré «suaviter. El Santo Padre añadió sonriendo. también «fortiter. El Papa me preguntó después si había asistido la misa de San Pedro y qué impresión me habían producido los cantos gregorianos. Yo le expresé respetuosamente la admiración que me había producido aquel coro grandioso entonando la vieja cantilena romana bajo las bóvedas de San Pedro. Todo el mundo, dijo el Papa, no es de su opinión.
Animado ello, no pude menos de contar que una dama de la sociedad romana, ante la explosión de mi entusiasmo, me había tratado de luterano. Pio sonrió y volvió a insistir sobre qué efecto me había producido la ceremonia en su conjunto. Recordando las deplorables melodías que las trompetas de plata habían ejecutado a la entrada del Papa y al alzar en la misa, osé decir: y Me parece, Santo Padre, que sólo ha habido una mancha.
Antes que terminase el Papa exclamó. Las trompetas. Ah sí, las trompetas! En adelante tocarán otros motivos.
El Papa volvió a comentar las detestables costumbres que reinan en las capilias de Italia y de otras partes. mí me gustan todas las músicas continuó Su Santidad; me agrada sobremanera Bach, los grandes sinfonistas y las obras maestras de la ópera, pero quisiera que esto se quede en el teatro: estas músicas son admirables, pero su sitio no está en la iglesia; sin embargo, la han invadido poco a poco: nosotros sabreá mos desterrarlas. Recuerdo que un día, diciendo misa, y en el momento de la consagración, oí una voz que cantaba. Mira oh Norma. Entonces el Padre Santo se levantó, y después de registrar varios papeles amontonados en su escritorio, sacó un recorte de un periódico y me lo enseñó, haciéndome notar que era de un periódico del Canadá. Era una lista de las obras musicales que se habían ejecutado en las diversas iglesias de Montreal el día de Pascuas. Veianse allí piezas para orquestas en todos los tonos, con solos de tenor. Continuad, pues, vuestra obra, prosiguió el Santo Padre, poniéndose en pie. Yo os prometo que vuestra escuela recibirá pronto un testimonio público del interés con que tratamos esta cuestión. Ya veréis como poco a poco todo el mundo llegará estar con vosotros.
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