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Costa toda sivanto y erales queña or los Fas se euroDon Mauro Fernández Causa una inmensa satisfacción la edificante conducta de un pueblo que sabe hacer justicia sus buenos y leales servidores. Costa Rica se ha conmovido como si fuese un solo espíritu, ha experimentado una angustiosa pena, como si la animase un solo corazón, en los tristes momentos en que ha visto desaparecer de su amable hogar, una figura verdaderamente simpática y gloriosa, para ocultarse, en medio de una especie de solemne quietud de alma, en las obscuras regiones de la muerte. El frío temido de la nada, fué invadiendo ese cerebro privilegiado y empujando, de su campo de batalla, levantados y altivos, sin menoscabo de su naturaleza y de su esplendor, esos pensamientos suyos que surcaron majestuosos y aplaudidos por el cielo de las letras, las ciencias y la política, sin vacilaciones ni desmayos, puesta la mirada en los más altos destinos de la Patria. Las profundas lamentaciones de la sociedad costarricense, han tenido una elevada significación y han nacido al calor de un sentimiento noble y lleno de sinceridad. Constituye un hecho semejante, el más hermoso ejemplo de virtudes cívicas y de laudables y poderosos estímulos para la juventud, legítima depositaria de las buenas enseñanzas y de las virtudes excelsas de los varones de preclaro entendimiento y de magnánimo corazón, y la que es llamada necesariamente continuar el avance por los dilatados campos del progreso y de la civilización en que los pueblos modernos libran sus incruentas luchas con mayor interés y más heróico esfuerzo cada vez que se robustece su organismo físico y moral con un nuevo florecimiento de talentos y de energías capaces de las más atrevidas proezas.
La admiración y el afecto que se ha demostrado tan ilustre adalid de las más liberales y sanas ideas y de las más sagradas causas sociales, conforta el ánimo, lo renueva como si lo poblase de ilusiones y esperanzas no acariciadas antes, le comunica uno como aliento misterioso de vida más intensa y más trascendental en la comunión de nuestros pueblos, en los que los halagadores ideales de engrandecimiento y de cultura, han permanecido, y acaso permanezcan, en su positivo conjunto, desconocidos despreciados, porque de otro modo, 110 se explicarían los fatales extravíos y continuos fracasos que castigan nuestra decidia nuestro raro prurito de imitación prematura de extrañas y gigantescas conquistas realizadas en la esfera de lo material por naciones al parecer jóvenes. Si la experiencia no ha podido, en nuestra vida de libertad.
conducirnos por el único camino que se lialla abierto los pueblos que de buena fe y con entereza quieren su perfeccionamiento y bienestar, al menos la emulación que nos causa la gloria y la fama de insignes compatriotas, puede atraernos hacia el terreno, inexplotado aún en grandísima parte, en que se cultiva la encantadora simiente del progreso en sus diversas faces. que Os el bien Señor abajo, como emos se y. de cons que ierno de duplievista 915
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