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más romai como eran.
que empo locar en su cuarto, para que no se viesen de la calle; no merecian ese honor los consabidos do eso ha que eran: un roperillo de cedro deslustrado, tres cofres, una máquina de coser Domestic. de mujer, no porque Matilde la utilizara, que ella no enter. dia de eso, sino para cuando fuese la costu do dejó el rera; y un sillón inválido. Independiente y en último término estaba el cuarto de Julián, trato de a después del comedor y con puerta la calle, pronta á: las El zaguán de entrada desembocaba en un corredor que seguía hacia la derecha, y lue que P1 go tomaba haciendo un ángulo recto, al interior de la casa.
ganismo El corredor estaba profusamente adornado con cubos de madera colmados de tierra, y colocados en tripodes de hierro, pintados de verde y en los cuales crecían matones de pa.
No cayas y begonias de hojas anchas y aterciopeladas, y de arriba, de trecho en trecho, colga un cariño ban canastas hechas de reglitas de madera en que florecían algunas orquídeas. Por debajo cias de la de las canastas asomaban los toritos, esas flores caprichosas que con sus pintitas negras co Со mo lunarcitos, suelen parecernos veces escarabajos que miran con ojillos atontados.
matrimon El patiecillo que quedaba en el centro de la fábrica, con pujos de jardin, ostentaba cuatro arriates descuidados donde florecían algunos rosales. azucenas, varitas de San José y do reuna probabilid claveles blancos. Por la pared de enfrente, de ladrillos ennegrecidos, trepaba verde y fronren un éx dosa una mata de luna, cuyas flores tienen la propiedad de abrir sus pétalos grandes, blan aceptable.
cos y delicados, todas las tardes a las cinco; es una verdadera palpitación de blancura y de Matilde perfume, todo un alumbramiento que se advierte a simple vista.
imaginaci El lujo de la casa estaba circun icrito a la sala, que era por decirlo así el cerebro de aquel cuerpo.
una mujer Con todo y estar don Clemente en situacion tantico precaria, la sala tenía así de gol de conver pe buen ver, tal era el arte de Matilde para presentar las cosas de manera bien diferente de de la palal Un desgarrón de la tela del sofi, estaba habilidosamente cubierto con un anti casarse, y macasar estilo persa. Una estatuita que había sobre el piano, instrumento que solia mor le creia un tificar Matilde, y la cual estatuita faltaba un brazo, estaba colocada de cierto modo tan cientemen artístico, qne era imposible notar la avería: un florero desportilado en el borde, escondía su una muje vergüenza bajo los pétales de una rosa, generalmente la más grande del ramo y así por el cuando se estilo; Matilde aguzaba el ingenie para disimular el mal estado de su mobiliario. Veíase Muchas en la sala profusión de mesitas hechas de palos de las escobas que habían si to, preparados do sentada convenientemente y dorados que era una maravilla; algunas, de estilo chinesco, sustentaban y se miral sendas macetas de barro donde se erguían otras tantas pacayas que comunicaban la sala la mirada cierto frescor, y presentaban un aspecto muy agradable, el fuego in Haciendo justicia Matilde, debemos confesar que para el arreglo de la sala, peinar la quemab se y escoger las telas y colores de un traje era una artista consumada aun cuando no supie y bajaba se confeccionar éstos; aquí eran las grandes apreturas en que solía hallarse, pues no siem rioridad pre la modista estaba en disposición de atenderla con la premura que Matilde deseaba, por que pareci muchos motivos que no són para dichos, pero que el lector comprenderá. era una lástima todo ello, porque Matilde, libre de ciertos prejuicios, con un poco experimen más de aritmética y otro poco menos de imaginación, habría sido una mujer casi perfecta, cia Diego De buena estatura, blanca y de colores frescos; ie rostro ovalado, de ojos pardos oscuros propio tien que siempre parecían húmedos y que cuando miraban con alguna fijeza, entornábanse im conmisera pulsos de una secreta idea que quizá acariciaba; la nariz recta con una ligera cinturita la se siente mitad, tenía un vuelo casi imperceptible hacia afuera, indicio de malicia de agudeza, según persona qu dicen los que han estudiado narizología, pero nada era tan perfecto como su boca, pequeña, parecia oir de labios algo carnosos y de un rojo admirable; dos comisuritas se acentuaban los lados mente: er: del labio superior, hacia arriba, las que a veces, y fijando la atención en tan gracioso con junto, comunicabau aquel rostro una expresión que no se acertaba definir si era de dureza, de sarcasmo tal vez de simple orgullo.
LA alt Ah! si Matilde no hubiese faltado su madre, qué diferente educación habría tenido en los Es y qué modelo de mujer de su hogar!
10 pul Pero el tiempo que estuvo en un colegio, donde aprendió tantas cosas que no apare pulgad cían en los programas, aquellas cosas que en ciertos lugares se aprenden, fuerza de verlas gadas y e escritas en las paredes y aun ilustradas con dibujos groseros, que la natural curiosidad de das.
una joven devora con la secreta voluptuosidad de lo prohibido; las amigas despreocupadas y En el 956

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