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LA ESTATUA gar la lámpa tana.
El pal (Traducido por Gerardo Castro para Páginas Ilustradas)
Todos los años al llegar el mes de junio, el barón y la baronesa de la Coste iban instalarse Marlotte. Allí poseían un castillo y un par que, y menudo en el tren de la tarde llegaban algunos amigos, con la perspectiva de hacer largos paseos en automóbil. En cuanto comían.
charlaban fumando cigarrillos. Pero aquella tarde, las visitas se retiraron temprano con ánimo de madrugar para el paseo.
Sola en su tranquila alcoba, donde la pantalla rosa amarilla de una lámpara de columna dejaba filtrar una luz discreta, la baronesita comenzaba dulcemente desnudarse. Como ella no era de la partida, no necesitaba acostarse temprano. Sonrió al veneciano que reflejaba las gracias de sus veintiocho años, y negligentemente desabrochó su vestido de crespón pálido y su corset de satín rosa. Uno después del otro, en barrullo de tafetanes de cambiantes colores, de batistas, de valencianos y de cintas, sus vestidos cayeron derribados sus pies con un ruido suave espesas som perfumadas.
bres, inexpl bía los muro tenía mumu desnudas 1 pedestales o el viento agi se oyó un ge mecido de de pasión, verti Envue aquellos mo La avenida peada, despi en medio de dos de imper La ba de los pinos.
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empujó la pe ba afuera, ei Euton bre el ес te. Ella lasi le agradaba.
agua le pasa la hierba, mi do los sende primitiva de los bosqueci le parecía qu caba y renur tuía el coraz Indias de Guatemala en su trabajo de tejidos En seguida se puso un peinador de verano, calzó sus pies con unas par tuflas que estaban tiradas sobre la alfombra, y cogió una novela la que sólo un capítulo le faltaba leer.
Al concluir el libro, Mme, de la Coste, quedó un instante pensativa. Fatigada por el calor de un radioso día de primavera, se sintió todo aquel día cansada. Pero las horas de la noche le eran agradables y en aquel momento no tenía ningú deseo de dormir. tuvo la idea de apa.
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