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tro seis años Muchacho de cuelas rurales, perjudican al slis antecesores idad primitiva nado sobre la poco el deseo y número de los aturaleza conen política, en nifo los que a por hermosa de los machos: ubio, de liablar pocas palabras o comprado al luctivos y que una sustancia guido trocar en ahora, poco ueñando de las to, ocupándolos e los productos siempre, no pudo decir más; apretado nudo le amarraba la garganta y para que su padre 110 viera que sus ojos brillaban con claridades de agua, inclinó la cabeza. Buenos nos los de Dios, hijo; y la carreta?
La carreta! Por ella no le preguntaran. Buena cuenta sabría darles la londura del río; allá podían ir recoger las astillas para el fuego y, mal rayo lo partiera él, que no tuvo la suficiente fuerza liabilidad para salvarla. Pero tata, se lo juro por ésta, yo lice todo lo que usté hubiera hecho, pero más no se podía.
El día anterior liabía llovido allá a fucru. La cuesta se liabía puesto como de jabón. La carga de rollos de alambre que se comprometió traer no era exagerada, era apenas buena para sus bueyes; pero. mala suerte les había corrido!
La noche le sorprendió comenzando la licpaca; la oscuridad cada vez se liacía más negra.
La media noche sería cuando llegó a la Vuelta Estrecha y allí, allí hubo de sufrir lo indecible!
El fons cru) venía del lado de adentro; al topar las ruedas en la laja, la fuerza del choque le hizo pegar un cacho contra la peña y, pobre Toño. vió confirmarse sus sospechas: aquel animal tan bonito y que parecía tener tan buenas reglas, no era legal.
Al ver que el barcino se empeñaba al tirar de la carreta, le pegó un chuzazo; pero el bruto al sentir la punizada, se quiló hizo recular el vehículo; el boyero comprendió el peligro, se agarró con todas sus fuerzas las astas del animal, pero fué imposible contenerlo.
En su marchia para atrás liizo virar la carreta liacia la sima. Una rueda, salida de la vía, se balanceaba en el aire, como saludando al despeñadero.
El momento era angustioso. Allí se vería si el liombre tenía algo de aquello. Su rostro se baſaba en sidor. Un asomo de cobardía se había perdido.
Salvar el vehículo y el cargamento era in posible. El otro buey ya no podía más; si aquella situación se prolongaba se reventaría.
La mano dereclia del mozo soltó el cuerno del traidor y buscó con ansia algo en sui cadera izquierda. Un golpe seco hirió el silencio de aquel instante. El barzón estaba cortado y la yunta salvada.
La carreta, libre de la resistente amarra que la sujetaba, zozobró un momento, luego, como queriendo con sus piruetas burlarse del dolor del muchacho, dió una vuelta liacia atrás; un ruido espantoso siguió este salto. Algo cruzó el espacio zumbando, era el timón que ganaba la sima describiendo círculos.
Durante un rato se estuvo oyendo ruido sordo de cuerpos que ruedan, ramas que se desgajan, tierra que se desmorona. Después volvió el silencio, reinó la calma. La luna claró el espacio indiferente contempló la catástrofe.
1063 finca. Durante ésta y la des.
e su padre, se uien le pagara y todo stinguir en el e en el tono de grito sonó más Er por el Altillo Lite. Dios del cenía su Toño la carreta, la embolsar cinco De cuantos meeclia. tan hombre

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