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jollerías brillantes y relucientes. su intensa harmonía, su «extrema prea cisión en el extremo explendor. el arte incomparable que se revela al encerrar en catorce versos, un cuadro inmenso; pero deslumbrado por esa opulencia verbal, ella le ha reprochado toda complacencia. Sería mal discernir la penetración del poeta, que no busca la palabra ostentosa para aplicarla tal objeto, sino la palabra adecuada. Su vocabulario tiene el color de los trópicos y la sonoridad del bronce, sea, pero él es un maravilloso evocador. Cualquiera descripción, simplemente cambiante, puede ser los ojos del profano, y es en realidad, una obra maestra de presición. Los iniciados no se cansan de admirarlo, por la sutil verdad. de los sonetos, tal como Estoc. Una tal propiedad de expresión denuncia una diversidad y una nitidez prodigiosas. Nadie sabía como este poeta, que incensaría La Bruyére, definir como pintar al mismo tiempo, el carácter de un paisaje, de un objeto y el espíritu de una época!
Una poesía de una viruosidad y de una filosofía tan aristocrática, debía ejercer en el movimiento literario una influencia marcada? De seguro, los Trofeos quedaron siendo un trabajo de arte verdaderamente único, un modelo imperecedero, donde más de una generación de escritores vendrá a aprender la belleza perfecta de la forma. Pero parece ser otra la inspiración contemporánea. Es menos sobre el pasado que hacia el porvenir que miran los poetas: ellos se conmueven más con la vida popular, que con los gestos de los Samourai: puede ser que su ideal sea menos heroico y más modestamente humano.
José María de Heredia, en las Letras, aparecía como el laureado de más envidiable prestigio. En sus últimos años, antes que una sordera creciente y las atenciones de una enfermedad de estómago, que le debía causar la muerte, lo entristecieran, era el poeta más mimado y adulado.
De elegante y severa presencia y de fina educación, recibía los sábados, en su salón de la calle Balzac, a todas las personas ilustradas de la literatura y el arte, pintores, grabadores, escultores, sin olvidar al viejo maestro Claudio Popelin, que fijó con arte admirable sus esbozos sobre esmalte, mientras que el poeta lo inmortalizaba en un soneto. En estas fiestas del talento, el iniciado tímido que se presentaba con su primer libro en la mano, era acogido con la más cordial cortesía, pues José María de Heredia, si era un gran autor, era también un hombre galante, siempre lleno de magnanimidad.
JACQUES LUX CHILDE HAROLD (Pensamiento de Heine)
Es noche de azul y plata. sus pies reman sentados La luna, envuelta en fulgor, dos lúgubres marineros, su hilo de perlas desata los rostros enmascarados, sobre el mar arrullador, los ojos tristes y fieros.
Un enlutado bajel surca raudo la onda inquieta.
Entre blandones, en el va el cadáver del poeta. en las olas cristalinas, dando gritos de dolor, lloran nereidas y ondinas la muerte del gran cantor.
MANUEL REINA 1094
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