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Al empezar el año 1879, colocado al frente del Instituto Nacional el ilustrado Doctor don Valeriano Fernández Ferraz, Víquez fué llamado otra vez al servicio de la asignatura que anteriormente había desempeñado y prestó en ese Instituto nuevos servicios.
Víquez desde su traslación San José, tuvo oportunidad de emprender estudios de Filosofía en la Universidad de Santo Tomás; en 1875 le confirió el grado de Bachiller en aquella Facultad, el señor Rector, Doctor don José María Castro; en seguida emprendió el estudio de Derecho Civil y obtuvo el bachillerato en 1877.
Varias veces sirvió la Dirección de la Imprenta Nacional, siendo al mismo tiempo redactor oficial de La Gaceta y profesor de Derecho Internacional.
Cuando el señor Licenciado don Bernardo Soto, la sazón Presidente de Costa Rica, pasó Nicaragua con el objeto de procurar el arreglo de dificultades internacionales entonces pendientes, Víquez formó parte de la comitiva presidencial, y su regreso escribió y publicó un libro interesante que contiene la relación de aquel viaje.
Bajo la ilustrada administración del señor Soto, Víquez sirvió la Subsecretaría de Relaciones Exteriores, y después estuvo agregado a la de Gobernación.
En 1886, desempeñó la Secretaría de la Legación de Costa Rica ante el Gobierno de México, presidida por el señor Licenciado don Ricardo Jiménez.
Durante la administración del señor Iglesias fué acreditada una Legación ante el Gobierno de Colombia, cargo del señor Licenciado don Ascención Esquivel, actual Presidente de Costa Rica. Víquez fue nombrado Secretario de esa Legación, mas no pudo ir a ocupar tan honorífico puesto causa de la enfermedad y muerte de su hijo Julio.
En los últimos años de su vida, nuestro ameno escritor vivió dedicado redactar El Heraldo de Costa Rica.
Pío Víquez murió en Cartago, en la madrugada del 10 de mayo de 1899, y sus restos se trasladaron a esta capital donde fueron inhumados. y. De Miscelánea)
Tus ojos Bello es el cisne que en sereno lago Un copo finge de luciente nieve; Bella la garza que las alas mueve Lenta remando por el viento vago; Bello de amor el tembloroso halago, Que vez primera el corazón conmueve, bello el beso de una boca breve, De tiernas almas seductor amago; Bella la nube, que al lucir serena La tarde argenta, y vaporosa gira De franjas aureas y de pompa llena. Pero esta nota que te da mi lira La hallé en los ojos que en tu faz morena, Son los espejos en que Dios se mira. Lio Yiquez 1293

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