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rido por una cutacha y el nombre iniciales de la persona amada. Después la albarda de cuero crudo color de achiote, generalmente nueva o de muy poco uso, con la deslumbrante y fuerte grupa hecha también de crines muy finas en forma de cuchillas de colores negro y blanco y con rosetas rojas; después el braguero, que es generalmente de cintas celestes moradas, que vienen de las cinchas al cuello del potro; por último, el pellón, prenda la más valiosa, pues llega valer hasta la enorme suma de cincuenta colones. las ó un poco antes, en la única plaza del pueblo, se dan cita los campeones. Unos vestidos de chaqueta de casimir, camisa de zaraza de colores, banda de seda roja, pantalón de paño lino blanco, y la indispensable tajona de guayacán talcacao; otros, y éstos, los más, en camisa de lana, faja ancha elástica, sombrero de palma echado la pedrada con un cordón negro por toda cinta, montados en sus briosos potros. Las marimbas tocan sus más alegres y peculiares sones: el Punto, los Cabritos, el Cerro de oro, la Botijucla. Los potros recogidos y atarcados al bozal por la mano experta de sus diestros jinetes, principian dar pasos de costado, encabritarse, bufar y rascar con una y otra mano, al compás de las marimbas. De pronto se oye una exclamación. Allá viene ñor Cisclo Es el maceo de la manigua, el rey de los campos! Montado en un soberbio y arrogante potro que mide cuartas dos dedos, bayo, cabos negros, de andar reposado y elegante, de ancho pecho y estrecha cintura. asemejándose al león. de y cabeza pequeña, ancha frente, ojos vivos inteligentes, nariz espaciosa, orejas pequeñas, que no tiene un instante tranquilas, corvejones de acero, y ancas anchas, fuertes y redondas. Se presenta nuestro héroe, el mentao Cisclo, el famoso corredor de cimarrón, al cual nadie ha podido apareársele y mucho menos aventajarlo. Es un hombre hércules, de cara plácida y simpática; sus ojos revelan la inteligencia unida a la sagacidad;cuenta más de 60 abriles; sobre su elegante potro parece un viejo centauro. Los bagacenos lo quieren y respetan. Al darse cuenta de la ovación de que va ser objeto, detiene como 50 metros de la plaza su fogoso corcel, se pára sobre los estribos, echa hacia adelante su rico pellón, cubriendo por completo el tejuelo delantero de la albarda; una vez concluída esta maniobra, lleva con rapidez y precisión admirables los talones los ijares de su caballo, dándole eros golpes casi sobre las ancas y echando al mismo tiempo hacia adelante con rapidez vertiginosa su robusto cuerpo, como si tratase de dar caza al veloz cimarrón, y afloja un tanto la brida su caballo. Al sentir el potro esta ayuda, que toma por castigo, recógese por completo sobre su cuarto trasero, descansando sobre sus fuertes corvejones, al igual de la pantera cuando pretende lanzarse sobre su presa, y, dando un colosal bote de más de tres metros, se dispara como una bala, sin lograr mover de su puesto al viejo campisto. Al llegar frente a la concurrencia, con un golpe maestro del bozal, lo pára en raya, dejando hondos y largos surcos sobre el zacate! Eh, muchachos! les grita, aquí está el más infeliz y maleta de los catalineños. El potro no se queda un momento tranquilo, salta derecha izquierda, se encabrita, estornuda debido a la fuerte presión del bozal y, comprendiendo su impotencia, se venga rascando con furia con ambas manos y echando al aire gran polvareda! Aun no ha pasado la sorpresa cuando les vuelve gritar. Quiero echar un topón con esos altureños, los miravaleños, que no aga1295 unos
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