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La Nochebuena bordo Corinto, 24 de diciembre de 1905.
Para Páginas Mustraias CO.
El cielo está sombrío, pesado el ambiente. En el ocaso parece la luna nueva una caja de plata sobre el fondo azul oscuro. Los faroles del puerto proyectan sus luces paralelamente sobre la tersa superficie de las aguas, y esos reflejos alargados, temblorosos, parecen buscar el fondo de la bahía como los pilotes fosforescentes de un muelle fantástiContra el casco de la negra nave chocan suavemente las ondas con chasquidos de besos. Dos marineros ébrios canturrean en la proa, mientras sube desde el salón un hilo de notas melancólicas, una canción de Nochebuena que una señora inglesa se acompaña en el piano. De cuando en cuando trae la brisa el eco de las músicas de la ciudad: y esa ráfaga de armonías que pasa a intervalos sobre los barcos anclados, trae mi mente el cuadro inefable de los hogares regocijados por el nacimiento del Dios Niño: Con los ojos de la imaginación veo las casas abiertas: las familias reunidas en torno de las mesas, donde humean los tamales y el pavo tradicional; los rostros iluminados por el alegre fuego de los hogares; la algazara de los jóvenes, la emoción de los abuelos, la sonrisa de los pequeñuelos dormidos que sueñan con los tesoros que esa noche depositará en sus zapatos el Niño. pienso entonces que allá en mi patria hay también en este instante alegrías en los hogares, bullicio en las calles, armonías en los aires. desfilan por mi memoria muchas Nochesbuenas: las de mis niñas, inocentes y gozosas; las de mi juventud, llenas de amorosos recuerdos; las que he celebrado con la compañera de mi vida. por primera vez la Nochebuena me encuentra solo, expatriado, sobre el Océano, frente la tierra que vió morir Bertoglio y Torres Bonnet. los profesores queridos. Todos esos recuerdos me oprimen el corazón, y mientras los pasajeros en corrillos conversan y ríen, voy encerrarme llorando en mi camarote, perseguido por la imagen de una mujer que estas horas recordará con lágrimas al esposo ausente, y la de una pobre niña que mañana no encontrará en su zapatito el regalo de su papá. Gagini 1318
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