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Representa la primera un albañil que, revocando un muro, muestra solamente la extremidad de la cabeza y de la llana. La segunda, un capuchino que reza en el púlpito. La tercera, un caballero que torna de la liza, con el lanzón al hombro. la cuarta, un ciego apoyado en su bastón, enseñando el morral.
Los tres Carracci muestran grandes cuadros en la Pinacoteca boloñesa.
Domenico Zampieri, llamado el Domenichino es, veces en sus cuadros de un realismo brutal y une ello todos los defectos de su maestro Lodovico Carracci.
En el Martirio de Santa Inés se muestra como tal: un tipo de delincuente nato, un verdugo sintetizado con todos los exagerados rasgos fisonómicos de todos los verdugos del mundo, un hombre despreciable que mete miedo (véase su descripción en cualquier libro de Antropología criminal) agarra por los cabellos rubios y hunde hasta el mango un puñal en la garganta nivea de la Santa. Está de rodillas sobre una pira de leña próxima ser encendida, mira al cielo con las ansias del último respiro. Y, francamente, no acierto comprender si aquella mirada es una oración una blasfemia.
Sujeto a su realismo, el Domenichino, puede ser que se haya equivocado al expresar aquella mirada.
Su obra maestra es La Virgen del Rosario y ni aun en esta escena ha dejado de pintar sangre y heridas.
Finalmente nos queda Guido Reni, del cual ya hemos hablado. Su gran cuadro La Virgen de la Piedad es artificioso pero de mucho sentimienEstá dividido en dos partes y yo me refiero a la superior.
No quiero pasar sin hacer mención en esta sala de un precioso retrato del Guido hecho por su discolo inquieto discípulo Cantarini di Pesaro. así groso modo, hemos pasado revista una Pinacoteca mediocre y vulgar. Pero ¡vaya usted decirles esto los simpáticos y cachazudos boloñeses: BENITO BUYLLA (Del Colegio de España)
Bolonia, enero de 1906.
to.
Crátera Rosa negra Eres como la crátera esculpida en terso mármol con cincel divino, donde la sangre de la vid, el vino, brinda su ardor en onda enrojecida.
Tu cuerpo, como el ánfora, convida al beso del placer, y el que con tino sabe libar el néctar purpurino, en gloriosa embriaguez pasa la vida.
Mas jay! del que sediento de ventura cata el licor y hasta la hez apura cun imprudencia loca insensata!
Porque el amor que guardas en tu seno, es a la par elixir y veneno que place sorbos y raudales mata.
ENRIQUE GONZÁLEZ MARTÍNEZ Su coruzón fué un pájaro divino quien oi cantar su desconsuelo una tarde, en un árbol del camino, bajo el azul crepuscular del cielo. posarse en mi hombro alegre vino, pero al notar lo amargo de mi duelo, fanzando el jay! aterrador de un trino, partió el azul con el fulgor del vuelo.
Mi vida es un rosal mustio y sombrio en donde abrió sus pétalos la rosa, la rosa negra y triste del hastío.
Miró el ave la flor de negras galas, y al aspirar su esencia venenosa, fendió al azul las temerosas alas. FERNÁNDEZ GARCÍA 1378
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