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La profilaxia de la criminalidad juvenil necesita, para ser verdaderamente eficaz, tanto de los concursos oficiales como de la iniciativa privada.
Al introducir con toda clase de precauciones el sistema preventivo, la sociedad ganaría muchísimo y vería sucederse los buenos resultados que produciría un paso de tanta importancia.
En la criminalidad de las naciones, la más funesta y alarmante es, sin duda, la de la infancia. Hay que trabajar con ahinco, hay que vencer todos los obstáculos para salvar a la infancia y precaverla del crimen, ya que, como lo ha dicho un sociólogo italiano con lirismos exquisitos, la infancia es la primavera de la humanidad.
LUIS ALBANEL Sepulcro vivo don Roberto Brenes Mesen Para Páginas Ilustradas Yo conozco un oscuro cementerio, Más lóbrego, más triste, más sombrío, Que ese lugar abandonado y frío En que la muerte estableció su imperio. Yacen ahí los miserables seres Que apartó de su seno el egoísmo: Niños, ancianos, hombres y mujeres.
Víctimas del dolor y el atavismo. Sus pálidas figuras demacradas Lloran su suerte con amarga risa, en el fondo sin luz de sus miradas El cadáver de su alma se divisa. ahí están. los rebeldes. los proscritos. Cada uno en su trágica postura.
Contándonos con lágrimas y gritos, La epopeya fatal de su locura. Mas, nada acierta a conmovernos, nada Nos impulsa gemir como ellos gimen, encontramos tan sólo en su mirada Los destellos maléficos del crimen. Mirad aquel poeta ni un instante Dejan sus ojos de mirar el cielo.
Cual si viesen flotar en lo distante, Sobre una nube, su perdido anbelo. Aun se agita en su tenaz memoria Como una mariposa qu agoniza El pálido recuerdo de su gloria Ya convertida en humo y en ceniza. Hay muchos otros, que como él, entraron Con la frente laureada, ese priscenio De la vida, y que nunca regresaron, Porque allí fue la tumba de su genio. La imagen del sepulcro nos aterra. Nos espanta el olvido de la muerte. No es más triste vivir sobre la tierra Siempre azotados por la amarga suerte?
Como trozos de roca despeñados De la mole social, de vicio en vicio, Va la turba de mil degenerados Cayendo en ese oscuro precipicio. No hay fuerza que detenga su caída, Ni verde césped que su golpe ablande, Pues cumplen esos tristes en la vida Una ley muy injusta, pero grande. Ley que erseña los míseros villanos, Infamadores del hogar y el templo, Que no se borra con lavar sus manos El sucio estigma de su mal ejemplo. Qué culpa tiene el inocente niño De nacer con el vicio entre su seno, Si el vientre en que libó vida y cariño, Lo fecundó su padre con veneno. Todo en la vida es lodo y es pureza. aquel que baja al lodazal inmundo, Con su impúdico aliento de bajeza Va sembrando desdichas en el mundo. En vano es predicar. Que las pasiones, Más se avivan oyendo las verdades, se endurecen más los corazones Cuanto más env jecen las edades. Quién ha de redimir la suerte aciaga De esa clase infeliz y miserable, Que eternamente entre los hombres paga Un crimen de que nunca fué culpable. Yo. diría el buen Cristo, si viviera. Os ofrezco otra vez mi sacrificio.
Esparcire la luz por dondequiera.
Sembrando el bien y destruyendo el vicio. Pero la humanidad, siempre obcecada, De nuevo sa semblante escupiria, en una cruz más dura y más pesada.
Con más crueldad aún le clavaria. ENRIQUE HINE SABORIO San José, marzo II, 1906.
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    Roberto Brenes Mesén
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