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El mejor canto Una tarde me dijo la amada de mi corazón. Dime uno de aquellos cantos que tú sabes, poeta soñador del país de la nieve; uno de aquellos cantos que hablan de rubias mujeres, cautivas en fortalezas oscuras, y de garridos donceles que al pie de la ventana ojival cantan sus amores al son del laúd.
Vibraba en nuestros corazones la primavera de la vida, y la brisa llegaba nosotros, llena de aromas, cantando la primavera de la naturaleza tropical. los naranjos en flor del parque empezaban a llegar las aves de plumas doradas, y en el azul del cielo brotaban las primeras estrellas, en tanto que a lo lejos, sobre el lago dormido, resplandecía la última llamarada del sol.
Con sus ojos grandes y azules clavados en mí, y con sus rubios cabellos regados por sus hombros de nieve y de rosa, allí, mi lado, en aquella tarde de sueños y de amor, parecía una de aquellas hermosas cautivas quienes cantaban los garridos donceles, al son del laúd armonioso, al pie de la ventana ojival.
Cogí en mis manos trémulas sus manos de alabastro y con timidez llevé sus labios ardientes los labios míos, donde dormían los besos.
La noche empezó cubrirnos con sus alas de sombra, y no me pidió más cantos la amada de mi corazón.
ISMAEL ENRIQUE ARCINIEGAS El mejor canto Una tarde la amada de mi alma me dijo con voz tierna. Time un canto de aquellos que tú sabes, mi pálido poeta, uno de aquellos cantos que nos hablan de mujeres de rubia cabellera, que demoran cautivas en negras fortalezas, y de amantes, garridos trovadores que al son de su laud cantan endechas al pie de las ventanas ojivales.
Dime un canto, poeta de las nieblas!
Vibraba en nuestros tiernos corazones la dulce primavera de la vida.
y cargada de aromas soplaba mansa brisa cantando con sus plácidos susurros la primavera tropical, lasciva. los verdes naranjos de aquel parque llegaban en bandadas las bellas aves de plumaje de oro agitando las alas; en el azul del cielo lentamente brotaban las primeras estrellas como antorchas Tema de Arciniegas encendidas por manos de las hadas, en tanto que lo lejos del manso lago en las dornidas aguas como heso de luz. resplandecia del sol la postrimera llamarada.
Con sus ojos tan grandes, tan azules, clavados en ini rostro, con sus cabellos rubios derramados sobre sus blancos hombros, allí, mi lado y en aquella tarde, tarde de amor y ensueños pavorosos, parecía mi amada una cattiva de aquelas rubias de los labios rojos quienes los donceles entonaban sus cantos amorosos al pie de las ventanas ojivales acompañados del laúc de oro.
Cogi en mis manos trémulas sus manos de alabastro, y temblando de amor y de ventura llevé mis labios sus rojos labios!
La noche con sus alas de tinieblas empezó cobijarnos. Pasó un momento. La adorada mía no me pidió más cantos.
JULIO VIVES GUERRA Medellin.
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