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otros, topacios y amatistas que ornamentáis los gruesos anillos episcopales, coloraciones suaves del cielo en las mañanas de primavera. Son azulinas, sonrosadas y verde pálidas las llamas que arden entre tu leche luminosa, opalo cambiante de áureo brillo como los ojos fosforescentes de los gatos; y quién dirá la delicia que procuráis quien os mira ¡oh perlas más discretas en vuestro brillo que las gemas radiantes. perlas que os formáis en el fondo glauco de los mares, perlas blancas de suavísimo oriente, perlas rosadas de Visapour y de Golconda, fantásticas perlas negras de Veraguas y de Chiriquí, perlas que adornáis las coronas de los reyes, que tembláis en los lóbulos de las orejas sonrosadas y pequeñuelas y os posáis como un beso sobre la frescura palpitante de los senos desnudos!
La humanidad de otros tiempos, más artista y más crédula, os revistió con el sagrado carácter de amuletos y mezcló la sensual delicia que esparcen vuestras luces la veneración por vuestros mágicos poderes, diamante conjurador de las maldiciones y de los venenos, zafiro que preservas de los naufragios, esmeralda que suavizas las concepciones dolorosas, rubí que das la castidad, amatista que cortas la embriaguez, opalo que te empalideces si la Idolatrada nos olvida. Oh piedras rutilantes, espléndidas invulnerables, vívidas gemas que dormistéis por varios siglos en las entrañas del planeta, delicia de los ojos, símbolo y resumen de las riquezas humanas.
JOSÉ ASUNCIÓN SILVA Al pasar Para Pinus Mestradas Divina, deslumbrante mariposa, que en urna de cristal muestras airosa tus alas de fantástica opulencia!
Me detengo observarte, entristecido.
pues pienso en el dolor que habrás sufrido exhalando tu efímera existencia!
Sé que fuiste feliz, y que libaste la miel que en cada flor, siempre encontraste suspensa de la trémula corola, y que ansiando habitar humilde techo, dormías la sombra de un lielecho, sobre el vivo carmín de una amapola.
Pero más que los goces que tuviste, me encanta esa belleza que persiste en vivir en tu cuerpo, inmaculada.
Yo quisiera también, tras mi agonía, conservar inmutable el alma mía, en todas mis estrofas, disecada!
ENRIQUE HINE SABORIO 4 1906 1478

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