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Los médicos entraron y después de saludarme y preguntarme sobre mi salud, mi vez, les suliqué me explicaran lo que sucedía.
El Doctor Rojas tomó la palabra.
Estamos, dijo, ante un caso inexplicable. Según parece, su amigo Luis hace algunos días que se encontraba sumido en una gran tristeza. ΕΙ apetito empezó faltarle y casi no dormía; parecía obsesionado por una idea y fija y nada le interesaba. Hasta aquí lo que me ha dicho la familia. Antier, sea el martes, fuí llamado con urgencia y llegué en la noche, encontrándolo con todos los síntomas de un ataque cerebral. Todo lo que en estos casos puede hacerse se hizo sin ningún resultado hasta que el miércoles, hice llamar mis dos amigos los Doctores Sánchez y Juliao. Desde entonces, previas las consultas del caso y estando de acuerdo en nuestro dictamen, hemos hecho cuanto nos es dable para revivirlo. Pero, interrumpí. hay alguna esperanza. Hasta ahora no sabemos qué pensar. Si la muerte hubiera sobrevenido ya hubiera entrado en descomposición el cuerpo.
No creen Vs. que pudiera ser un caso de catalepsia. Quién sabe! pero no es posible. Vs. me dispensarán que siendo un profano en materia médica me inmiscuya en este asunto pero. y ahora que recuerdo ¿no se levantó anoche Luis. No, desde el martes no se ha movido de esa cama y constantemente, de día y de noche lo hemos velado, esperando de un momento a otro algún signo de vida. Eso no puede ser, pues anoche he encontrado Luis caballo en el río y hemos hablado: he venido galope tras él hasta llegar aquí.
Los médicos me observaron con atención y hasta me pareció ver vagar en sus labios una sonrisita de incredulidad de conmiseración.
La impresión que me causó esa noticia es indecible, pues aunque familiarizado con los secretos del magnetismo y de la sugestión, aquello sobrepasaba de mucho mis conccimientos. Señores, dije, se trata de la vida de mi amigo: todo lo que se haga por devolvérsela debe aceptarse, y puesto que ustedes están aquí, les ruego que me permitan ensayar.
Consultáronse un momento y condescendieron.
Retiramos los familiares y sirvientes; y después de cerradas las ventanas y las puertas, empecé las maniobras del caso.
Durante más de dos horas no descansé en Licenciado don José Astúa Aguilar, mis pases y sugestiones y ya empezaba Terver Deximado de la Presidencia desalentarme cuando el Doctor Juliao, que de la Repriblica observaba atentamente Luis, exclamo: Casting T500

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