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Madre, estás perdonada; levántate y bésame. En cuanto a ti, mi único amor, mi ilusión perdida, mi hermano. aborrecido, no, digo mal, mi hermano amado. jay! demasiado amado, aléjate, vete donde nunca pueda verte, porque tu vista sería mi mayor martirio, pues pecaría al amarte puesto que nunca podré hacerlo de otro modo que como te he amado y te amo!
Salí como un loco de la casa y los pocos días recibí la visita del padre de Blanca Su grave y austero semblabte me impresionaron desde el primer momento y no me equivoqué al juzgar que me traía malas noticias Mi primer impulso, dijo, fué vengarme en Ud. de la ofensa hecha mi honor por su padre, pero las circunstancias me han hecho variar de modo de pensar. Traigo aquí una carta de Blanca y un paquetito cuyo contenido ignoro. Será la última carta que Ud. lea, de su mano. En cuanto mí, es inútil que me busque, hoy salgo sepultar mi vergüenza en lejanas regiones.
Sin saludar, salió como había entrado, despaciosa y fríamente. Fué la última vez que lo ví.
La carta, héla aquí, leala y Duro me alargó un papel amarillento muy gastado en los dobleces. Decía así. Máximo: la vida sin tí es para mí imposible. Nunca podría acostumbrarme considerarte como mi hermano después de haberte amado como mi prometido esposo.
Como mi vida sería un cúmulo de desdichas, como mi nacimiento es una deshonra para el marido de mi madre y una afrenta para ésta, como no puedo ser tuya como lo deseábamos, mi vida es un estorbo para todos y un martirio para mí. Adiós! Prométeme que no unirás tu suerte ninguna otra mujer; prométeme que si no en esta vida, en la otra nos uniremos. Te envío una trenza de mis cabellos en forma de cadena. Ella nos unirá durante tu vida y yo, yo viviré en ella. Adiós. Blanca había puesto fin sus días y yo asistí su entierro con la desesperación en el alma, sin poder acercarme su ataúd, sin poderla besar por última vez. Decidí regresar Costa Rica y he tratado de olvidar ese gran pesar de mi vida, pero ha sido imposible. Ahora me resta referirle lo más difícil de mi historia, la parte que podría llamar sobrenatural. La cadenita de cabellos vive. sí, Doctor, vive y acabará por matarme. Yo la siento acariciar mi cuello de noche, la siento estrechármelo con amor, con pasión: se ciñe y aprieta suavemente con un movimiento casi felino, mujeril. cuando he hecho el amor otras mujeres, pocas veces por cierto, entonces me aprieta y quiere ahogarme. Amigo Máximo, interrumpí. Ud. lo que tiene es el sistema nervioso muy exaltado y un poquillo de desequilibrio en las funciones cerebrales.
No es cosa de cuidado, pero mi deber de médico y de amigo me obligan ser franco con Ud. Quítese esa cadena del cuello, guardela y no sólo trate de olvidar, sino que busque una joven buena, bonita y pura y casese. Ese 1612

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