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María esperó que todos saliesen y aprovechando una puerta lateral que acababa de abrir un sacristán, se lanzó la calle, rebozada en su pañolón. Qué iba a ser de ella. seducida, engañada y abandonada después; la misma historia de siempre, vulgar, tonta, sin más que la felicidad de unos pocos meses, y el dolor de toda su vida, de su dicha sacrificada otra.
Pero ¿qué hacer? Magdalena era de ilustre familia, rica, bien educada, de posición social clevada. Manuel reunía las mismas circunstancias, y lo natural era que se unieran, que fuerar felices. ella. Qué importaba su persona! Bien educada, bonita, buena, pero. pobre y de ínfima cepa no podía pretender que cumpliera, su seductor, promesas que en un rapto de amor le hiciera. Casarse. Con quién. Con un artesano. Con alguno de su misma condición. Nunca! Su educación la había elevado a un nivel imposible de alcanzar para un hombre de esos, honrados, laboriosos, inteligentes; pero al fin, obreros. mientras se atormentaba de esta suerte, tendida lo largo sobre su solitaria cama, caídos los brazos, llenos los ojos de lágrimas, recordaba las horas de felicidad pasada.
Todo lo que le estaba sucediendo le parecía un sueno. Ahí estaba el canario que él le regalara un día, ahí su retrato con el bigotillo erizado, allí su pañuelo y bastón que dejó olvidados el día que vino despedirse de ella, comunicarle su matrimonio.
Se levantó de pronto como impulsada por un resorte. Ahí sí, ahí en la gaveta estaba la fotografía de Magdalena. La despedazaría!
Tomó la imagen en sus manos y. la besó! No podía odiar aquella mujer quien tanto amaba Manuel! Sí, con tal que él fuera feliz ¿qué importaba ella?
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