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todos los que por estos mundos cultivan el arte, en la labor literaria de Cardona bay soluciones de continuidad que abarcan largos períodos Esto tiene su explica.
ción natural. Las letras están muy lejos de constituir un oficio en estas sociedades cu si primitivas, y que como tal lo tomara, acabría pidiendo limosna. Las gentes serias ven en el ejercicio literario un género de vagancia que la ley no castiga. Con estos costarricenses sesudos bien habría podido Platón formar su república Es, pues, de necesidad que los cultivadores del arte ape huguen con menesteres prosarios si no quieren morir de inanición arrastrar la vi la poco regocijada del bohemio. Por eso hemos visto que Cardona arrin onó la lira pr buen espacio para hacerse comerciante, habiendo saltado slel mostrador la Secretaría de Haciendid, en donde ejerce como un garifalte funciones de oficial mayor. Cardona ha roto una que otra vez la regularidad burocrática de esa vi la sin encantos con la publicación de composiciones en verso prosa. Es que el polvo de las oficinas no puede ahogar por completo el sentimiento del arte. Recuerdo la serie de artículos qurlar. zó una vez para combatir la literatura de Ricardo Fernández Guardia, el primero y más bizarro de nuestros prosistas. Cardona sólo se mostró entonces como crítico de ninucias; su oído no auscultó una sola vez las palpitaciones del pensamiento ri su mano examino las bellezas de forma que éste reviste en la labor de Fernández Guardia La superioridad artística de Cardona se ha revelado en otros empeños, pero, mayormente, en El primo, novela de costumbres que vió la luz de la publicidad no hace aún muchos meses. Ese trabajo es, mi juicio, el que mejor refleja hasta ahora una parte de la fisonomía nacional. Al describir costumbres en una novela nada hace el que dice lisa y llanamente como son: es necesario que ellas se dibujen y destaquen sobre el fondo local que las caracteriza y que les presta su colorido; de otro modo, ellas serán las costumbres de cualquier otra parte, pero no las del medio social en que se desenvuelven. Otro tanto pasa en lo que toca al pensamiento de los personajes: es también necesario que éstos discurran conforme la psicología dominante en pueblo que pertenecen. Pues bien, yo creo que el medio en que El primo se desarrolla tiene un color local muy bien acentu da; los paisajes descritos, las costumbres domésticas, son paisajes y costumbres de nuestra patria. Por lo demás, con excepción del protoganista, que es extranjero, y que representa un tipo de fisonomía general, los personajes de El Primo discurren y hablan como nosutros: la mentalidad costarricence, que, en cierto modo, forma psicología vernácula, se manifiesta con naturalidad en los hombres y en las mujeres de esa novela. Claro está que la luz de ese colorido juegan las pasiones que son inherentes al género humano; pero el ambiente local que circula por esas páginas es lo que distingue y caracteriza la obra. Su mérito principal viene de ahí. Las gentes de ctros países que lean El Primo conocerán un aspecto de nuestra patria Es sensible, después de todo, que esa obra esté escrita cun poco esmero; tal vez, sin embargo, lo descuidado de la edición contribuya hacer más reparable esa deficiencia. Efectivamente, en el ramo de libros no conozco nada más detestable. La poesía premiada ahora, La caída del árbol, que comparece en el número anterior de esta revista, es un romance octosílavo en que el autor canta con serenidad melancólica las ideas que ese acontecimiento le inspira; pero esas ideas no pertenecen al tesoro de las divagaciones románticas: son las reflexiones de un sistema filosófico que canta la gloriosa y perenne renovación de la vida. Sin dejar de tener máculas, la forma es bella.
Delegados Están ya entre nosotros los distinguidos ciudadadanos que vienen a representar en estos días de recentroamericanos gocigo patriótico nuestras hermaras Jas «tras Repúblicas de Centro América. En el tratado de paz hace dos meses firmado bajo las estrellas del Marblehead, trritorio de los Estados Unidos, según la ingeniosa ficción del derecho internacional, los gobiernos signa1776

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