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El mateh Héteme aquí, lector compasivo, revolviendo con afán los chirimde bolos amontonados por las ideas en el zaquizamí de mi imagina ción ver si doy con una figura de retórica que no esté muy base ball gastada por el uso para decir con énfasis que el match de base ball cerró por modo brillante el ciclo de fiestas nuestros ilustres huéspedes dedicadas. Conteso, sin en bırgo, que de este afán sólo podría sa carme airosamente mi amigo Jajaljit, en cuyo caletre hallaréis manta de Dios lambrequines de. ro para adornar el casco de las ideas más pedestres He de resignarme, pues, decir con prosaica llanıza que el match de base ball fué escogido al parecer por Nuestra Señora de la Casualidad para producir una inpresion viva y duradera en el ánimo del público circun tante, El juego de base ball ofrece un sinnúniero de lances que se repiten y se reproducen sin solución de continui.
dad y que lanzan, por consiguiente, los nervios en una carrera de potros desenfrenados. Es en realidad difícil que haya un sport más emocionante; no impone los extremos de fuerza bruta que suelen aplebeyar el foot ball, por ejemplo; pone su servicio la destreza y la agilidad, y mantiene en arecho constante la observación ma.
liciosa, ó, sea, la astucia Es el juego de los ju gos. Los lectores de Páginas hallarán una descripción de él en otro lugar de este número La partida jugada el domingo se verificó entre el San José base ball Club de Artesanos y la Sociedad atlética del Liceo. El match duró al pie de cu tro horas. y esto hace ver el encarnizamiento con que se llevó a cabo la interesante refriega. La victoria puso su laurel fúlgido sobre la frente sudorosa de los artesanos, que tenían de su parte la fuerza y la práctica. Los jóvenes de la sociedad atlética jugaron siempre con mu.
cho denuedo y con gran bizarría; pero la ventaja estuvo por sus contrarios desde un principio. El premio ganado fué un hermoso jarrón de plata, obsequio del sefor Presidente de la República, quien, debiendo retirarse antes de definir la soberbia disputa, citó a los jugadores para que la una del día se reunissen en el Club Internacional, con el fin de entregar el jarrón al team victorioso. la hora fijada, reuniéronse, efectivamente, vencedores y vencidos, en el salón del Club Interna cional, en donde el señor Presidente de la República, copa en mano, arengó los dos clubs que se habían disputado tan bravamente el olímpico triunfo. Las palabras del señor Presidente fueron sumamente halagadoras para la clase obrera; en seguida, entre el palmoteo de los concurrentes, el digno jefe puso en manos del capitán el magnífico jarrón que lebía ser prese a de los vencedores, Permítaseme ahora agregar que mí me complace por todo extremo el triunfo de los artesanos, porque él ennoblece y encumbra esa clase social, injus tamente desdeñada en otrora: ese triunfo es un linaje de rehabilitación por ellos obtenida en lid civilizadora. Pero hay que apreciar también lo que, por otro lado, significa el nuevo rumbo por la clase obrera tomado en el movimiento social del país. Ello revela, según las señales, que los artesanos abjuran de las costumbres cuyo funesto poder bajaban la pendiente por donde se llega al término fatal de la perdición y que, al volver ahora noblemente sobre sus pasos, ensayan sus fuerzas en ejercicios que proporcionan sa ud, que ennoblecen la vida y que habi.
túan la lucha. Por lo demás, la clase obrera puede col gir ahora lo que ella es susceptible de hacer, mediante el empleo legítimo de sus energías, en empresas que reportan bienestar y que concilian respeto Ahora bien, si apuramos la materia, cllo resalta de suyo que quien en tales ejercicios se educa será también un agente de progreso para la patria. Efectivamente, en el bienestar de cada uno radica el bienestar intensivo de todos. Tal es la ley. Esos amistosos encuentros vienen, otrosí, desvanecer las preocupaciones que entre las clases sociales suelen mante ner una como sorda animadversión; sí, en las palestras de Olimpia, que la cultura de hoy reconstruye en honra de la cultura lásica, es en donde las clases sociales advierten con agrado que, para realizar los fines superiores de la civilización, ellas 1832
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