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La tarjeta postal SC Escrito en francés para Páginas Ilustradas y traducido por Daniel Ureña Se recuerda aún de lo que era la tarjeta postal hace algunos años apenas?
Un vulgar y banal rectángulo de cartón verde de agua gris perla; una misiva sin carácter personal y prematura; una palabra librada a la curiosidad, tan menudo perversa y casi siempre burladora de cada cual; después el pequeño telegrafista de doce años que por las calles, andariego, rie al sol que dora los postigos oscuros, hasta el constructor torpe que atropella los transeuntes con el ángulo saliente de su caja llena; desde la conserje escudriñadora, hasta la pequeña niñera avispada y charlatana del sexto: entonces la tarjeta postal no era más que una Btëve indicacion, una nota inapreciable, un recuerdo vago una carta comercial concisa y económica. y nada más.
151 FÉn las revistas de fin de año, algunas veces la tarjeta postal llegaba bajo el aspecto demacrado de una cantadora tísica, pero no se retardaba, el sello de correo la arrastraba luego, el antiguo sello de correo, demudado, sin uso.
Hoy la tarjeta postal ha tomado una considerable importancia; los estancos de tabaco no son suficientes para su exhibición, los almacenes se han abierto vastos, inmensos y numerosos, numerosos para dar celos a los mercaderes de vinos, y no es poco decir, si se le imagina en el número incalculable y cada día creciente de esos honrados comerciantes. La tarjeta postal ha llegado a ser una de esas cosas inútiles que no se puede pasar sin ellas; forma parte de las mil fantasías que no sirven para nada, pero que que les parece? son indispensables como el tabaco para los hombres, como los polvos de arroz para el sexo débil y adorable: evidentemente esto no es nada, pero todavía no se puede vivir gratamente sin esta ada. Señora, todo es tan relativo acá en la tierra.
Se ve como cosa enorme, inconcebible; hace diez años apenas, que en cada casa el álbum de tarjetas postales tiene lugar señalado, lugar escogido cerca del álbum revestido de peluche rojo azul y de cantos dorados como un agregado de embajada, donde el daguerreotipo cambiado de abuelo cano comadrea con el semblante riente de modernismo; donde grupos de boda, complacientemente, se ostentan con encantadoras blancuras de ropajes florecidos del emblemático naranjo.
Es que, más feliz que la burocracia rusa, la tarjeta postal ha sido transformada enteramente por una revolución de lo más pacífica, en verdad, pero absolutamente radical también. ha llegado ser ilustrada!
Je! Jé! Era tan simple, no es cierto? El huevo de Cristóbal Colón, qué?
Todavía era preciso soñar en eso. ved la ingratitud, la injusticia inconcebible de nuestros contemporáneos en tanto que Cristóbal Colón se erige, en mármol o en bronce, desafiando el olvido, los cuatro costados del globo terráqueo; en tanto que, radioso, su nombre ha atravesado las estepas dolorosas del tiempo, nadie conoce al inventor de la tarjeta postal ilustrada, y, por lo mismo, en ninguna época se perpetuará su memoria.
Cuál es el artista que, el primero, soño y efectuó este genial cambio. Misterio. Un Ministro, un Subsecretario de Estado bien deseoso de aumentar los beneficios del Presupuesto. Oh! que no, Rouvier no hubiera osado prever Pero aparentemente, algún colega avisado, algún industrioso industrial que conocía la humanidad como ningún otro, y hé aqui que la cosa le ha resultado perfectamente. ha salido más allá de sus previsiones, sin duda.
1891 esto.
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