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Pensé que ya la pobre huerfanita no estaría, como antes, en su puerta.
para verme pasar. La pobrecita perdida ssta ba para siempre. Muerta. Oh, palabra infinita. Hirió como un puñal mi pensamiento, y mi llanto brotó en aquel paraje.
Era un mar de tristeza el valle. Siento aún viva la impresión de aquel paisaje que se hundía en sus aguas tenebrosas: Inmenso mi pesar; fresca la brisa, besando los contornos de cosas: irónica y glacial, wa sonrisa de la luna, que ya se remontaba sobre una nube de color de plomo; el sol, que agonizante, vacilaba en caer, suspendido tras el lomo de la esfumada cresta; y allá, con dirección al cementerio, bajando silencioso por la cuesta.
el grupo de los cuatro, que al misterio de la tumba llevaban sus despojos.
Fui tras ellos, y ví, con amargura, bañados por las lágrimas mis ojos, en una improvisada sepultura, poner su delicado cuerpecito, y dejarle, con muda indiferencia, bajo una enorme loza de granito.
Ella viaja conmigo en la existencia; está en mi corazón, yo no la olvido. Cuando, veces, el mundo, con su ruido, interrumpe la calma que me complazco en disfrutar gozoso con aquellos que llevo yo en el alma, se va. mas luego vuelve.
la recibo de nuevo cariñoso, y con ansia mi espíritu la envuelve.
Enrique Fine Paborio XII 06.
2009
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