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Don Agapito Rosales nie gloria, liosos.
1erzos ite me ue me rostali alma últino muerte: a de si abray que dejado a comfuerte, Un acto de justicia, el pago de una deuda sagrada, será sin duda, premiar los largos, importantes y no interrumpidos servicios que al través de medio siglo viene prestando este luen servidor de la Patria, asignándole una pensión que le permita pasar tranquilo los años que aún le restan de exis.
tencia Pocos hay que sean tan acreedores al reconocimiento nacional como el viejo maestro que constante y desde su juventud ha vivido consagrado la tarea ingrata, pero hermosa y ul, de difundir la enseñanza consumiendo el óleo de su propia vida para mantener la luz en el templo santo de la escuela; hiriendo con el loco de su palabra la tiniebla densa de la ignorancia; mostrando a la niñez incauta inocente, con empeño de apósto! y con cariño de padre el rumbo del cleber que para los hombres honrados marca la aguja de la conciencia en el cundrante de la vida; coadyuvando a la obra meritoria de los buenos padres de familia en la formación de ciudadanos que en ei hogar y en sus relaciones con la sociedad sepan informar sus actos en la virtud y en el honor. En esa gestión, de cuya trascendencia pueden responder los hombres que han llegado erguir su figura intelectual sobre el nivel común y que iniciaron su labor con las lecciones que de él recibieron en los umbrales de la vida y de la ciencia, ha empleado sus años el señor Rosaks, y gastado sus energías; natural es, pues, que los que nos encontramos ligados el por una deuda de gratitud imposible de cancelar, puesto que cada vez que abrimos un libro o tomamos un lápiz para salir avantes en la lucha por la vida, no hacemos más que emplear una intima parte del tesoto con que el nos obsequiara cuando niños, trabajemos por que se le haga justicia, por que se le proporcione el descanso que tiene merecido y que ya es necesario para el viejo y noble luchador.
La labor de los maestros, no bien apreciada entre nosotros, ha hecho que cometamos la imperdonable injusticia de tenerlos alejados y pospuestos en los actos en que se manifiesta la gratitud nacional, basta aquellos que son menos acreedores eila. Tiempo es de volver sobre nuestros pasos y de comenzar haciendo justicia un ciudadano humilde que ha laborado por el bien de Costa Rica con desinterés, sin alardes, sin bambolla, sin esas majaderías que la vanidad humana facilita los enamorados de figurar para que abulten y ddeformen, en provecho propio, los actos más significantes de la vida, 202 Matamoros 2337

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