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Alucinación Las dos lágrimas que pendían de y se deslizaron a lo largo de su pincel.
los ojos del retrato. Aquel llanto les que sin duda estaba tras el artista.
ron como las cuerdas de un barpa. sp miedo.
El retrato vivía: animaba sus lat sus ojos llenos de fuego hablaban en su espalda vió el pintor su ri y velluda su odioso bigote. Cna corrie ojos de la pintura y los de aquel demon El artista salto de su silla y se a y quebró contra ella el tiento. los pin voel lienzo, chocaron con los de su ri Teia con la boca tan abierta, que era in En aquela boca, roja y húmeda en dos, entró la nerviosa mano del pin de mujer dilató su boca. un agujero exaltado marido la silueta de su espos; traño rumor de golpes que yo. 11 ver to de sudor, pensó friamente. Se la El. lloro mucho entro de mero tras (ne su vida, vacía y monótona, lle traña itosela.
El pintor soltó una irónica y sonora carcajada. Como timbales vibraron todos los lienzos que llenaban su estudio.
Bravo. exclamó al final de su amarga risa, es así como un hombse que ha vivido libre y feliz durante más de treinta y cinco años.
se convierte de pronto, por la criminal indiferencia de un corazón feinenino, en un desgraciado. En sus ojos danzaba la chispa de los celos.
Ella adoptó en ese momento el aire de una mártir, porque sentía sobre sí la mirada penetrante de su marido.
Acentuó su indolente postura: reclinada sobre un sillón de amarillento cuero, la mano izquierda sobre una mesa, la derecha en alto, como si desnojara el pomposo cáliz de una rosa que temblaba en el a zabache de su pelo. Sasi, muy biermosa y fresca, surgia ya de un fondo gris en el lienzo que pintaba sa inarido.
El la devoraba con los ojos. Era doble sur placer: veria y pintarla.
Dijole. Tu desdén será la muerte de mi espiritu. añadió ma serie de pequenas quejas, dichas casi de manera inconciente, mientras pensaba: No tengo el valor de arrancarle la vida. la traspaso a este lienzo, cómplice mío en tui culpable Zebilidad, porque la amo demasiado. yo no quiero separarme de ella jamás. estor enfermo de celos.
me engaña ignora que yo lo sé. he jurado matarle. ob. cónio gozaré cuando la sorprenda llorando en silencio por el que placer al conquistar de nuevo su corazón, blando entonces por las crueles caricias del dolor.
Era una rota cadena de pensamientos que hablaban a su alma de!
perdido amor, de sus primeros martirios, de sus lágrimas vertidas en el seno de una impotencia muda y en las crisis angustiosas de su pasion, la vez cobarde y abnegada: de las mezquinas horas nocturnas, cuando junto a ella, en el mismo lecho, rozando su carne tibia y sana, escuchaba latir su corazón por el otro. si, era por el otro, él conocía bien aquella manera brusca intermitente con que la sangre sabía desde alli hasta el adorado cerebro de aquel mostruo femenino.
Después. habían venido el enflaquecimiento simultáneo de su cuerpo y de su espíritu, las continuas reacciones que le impulsa ban buscar al raptor de su felicidad para destruirle. y sus imaginarias derrotas en los duelos que su excitada fantasia dibujaba, porque tenía miedo a la muerte, amor las cosas de la vida, pánico a la sola idea de un largo proceso que le llevaría por fin al presidio, envuelto en una aureola de injusticia, como tantos otros.
Su pincel. tembloroso, daba toques inciertos en los cabellos del retrato, como si la mano que los dirigia. pretendiera pintar, en vez de la ondulante masa de pelo negro, la incoherencia de sus ideas, así como la aguja de un fonágrafo reproduce las más ligeras inflexiones de una vo.
El clamor de la humanis ¡Qué profusión de males y Hace terrible del mortal la. Ellabio numerarlos 110 sa Xi describir sus múltiples Víctimas dondequiera ác Por todas partes, voces Xo hay átomo del cuerpo No cebe una dolencia sus Del orbe todo Fate clamord Más triste 411 ¿No es el lor ¿Por qué le li ¿Por qué leis Ella salió. En el ambiente quedó el olor de su persona, suave como el de las violetis, tibio como su aliento inismo.
Vatanızas (Cuba. 700

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