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La guerra continuó mi abuelo. Por la tarde, después que se marcharon los enemigos, se trató de llevar los enfermos y ancianos a otros pueblos. gunos floraban y 110 querian ir. Aquella madre que no hacia más que preguntar por su hijo era engañada con palabras, diciéndosele que había ido tal cual parte: la llevaron al pueblo vecino ya al anochecer y tuvieron que pasar por junto donde estaba su hijo interto. Para que no le viera le babían echado un capote encima; pero quedaron descubiertos los pies desnudos. y al verlos, la desgraciada dijo a los que la llevaban. Allí hay un muerto. ese sera et, el hijo de mis entrañas. Cá! no, señora, le dijeron para quitarle aquella idea: será algún enemigo de los que murieron en el tiroteo que hubo esta inañana al entrar Ay, 110, replicó ella, los enemigos no tienen esos pies: aquellos son los pies de mi lijo. los conozco los he besado tanto. decía verdad la pobre madre, que herida mortalmente por el susto y el dolor de aquella jornada, fué reunirse con su hijo a los pocos días.
Cuando cerró la noche, alguno de los que habían quedado en el pueblo se refugiaron en la fragua, único edificio, si merece tal nombre, que había quedado en salvo, la orilla del rio, por bajo del puente; otros anda bas por las calles cordo bobos, sin saber qué hacer.
Qué tristeza tan grande! Las casas ya destruídas continuaban echiando uno de trozos de madera que se ibau quemando sin llamas entre los escombros.
De cuando en cuando se sentia algún estallido y saltaba alguna chispa. Después todo volvía quedar oscuras y en silencio.
20 Jos tizone lumbre y covez son más lúgubres, y mo renacier el incendio y. desaparecen 10: y beliendodero, llenas de ificado! todos Dios te libre, hijo mío. concluyó mi abuelo apretándome contra sí; Dios te libre de ver semejantes horrores, que esa es la guerra!
rimas los páriter el primer brio como el de Luzbel Caballero cardia 2423

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