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amor.
Muchas veces notósele meditabundo y triste: librábase en el cerebro del pobre árabe una acerba lucha entre el odio y el amor.
La causante: ella.
Pequeñita, pero de un conjunto armónico y agradable. Una frente despejada y tersa, por la que bajaban unos rulos lucientes y renegridos, para acariciarla suavemente.
Unos ojos grandes, rasgados inquietos, por los que parecía asomarse furtivamente el alna, iluminaban la carità sonrosada y oval, mientras ponían en ella un rayo de alegria inocente. Su figurita modesta y bella. indiferente para las gentes. semejábase esas forecillas silvestres que se alzan lindas y lozanas por encima de los pastizales, y viven juntito al río, Hallábanse ambos separados por un viejo antagonismo de familia; por. eso estaban en lucha abierta la razón y el sentimiento. Quién triunfaría. Su dogma dictábale el alejamiento y el odio: su corazón el olvido y el En sus encuentros frecuentes querían expresar el rencor y la indiferencia, mas volcaban furtivamente, tácitamente en sus miradas, una ternura inmensa, pura, eterna cierto día unos pilletes malvados, mofándose de ella, escarnecíanla con injurias y ademanes.
El hielo se deshizo súbitamente, y llegando presuroso, púsose su lado, Había en su actitud y en su semblante, mucho de la majestuosidad y la nobleza del león ultrajado.
Nadie se atrevió balbucir siquiera.
Entonces, dibujando una vaga sonrisa en los labios, hablóle unos instantes al oido. Debio decirla cosas muy bellas, muy dulces, muy tiernas, porque ella sonrió: fijó la vista en el suelo y encendióse el rubor en sus mejillas.
Siguieron luego pausadamente su rumbo, escuchándose recíprocamente cosas muy lindas.
Después. con el rostro iluminado por la dicha y con voz clara, siguieron pregonando Báines, pontillos, jorquillas, ájua ilur. Buenu, baratu. Guan Manuel Pintos De mi tierruca Ponde caminas alegre, tan de mañana, Con tu cabellera suelta, Canta que canta. Voy trer agua la pila, diaya del bajo, pa la ermita de la Virgen, reina del barrio; ya conseguir unas flores en la montaña, diaquellas tan blanquiticas, y reventadas. Pa fiores las de tu boca dijo el muchacho:pa flores recién abiertas las de tus labios.
Los hombres asina dicen cuando nos jayan ingrimas en el camino, dejá esas chanzas; voy trer agua la pila, diaya del bajo pa la ermita de la Virgen reina del barrio. fuése la moza alegre canta que canta y resonaron sus voces en la montaña.
El campesino gallardo tomó otra senda un adiós fuerte, vibrante, cruzó la selva.
Lisimaco Chavarria Costa Rica 1907 2456
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