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í sula, solo, io cenos su palabra Los ojos negros estaban abiertos; terriblemente abiertos demostrando ¡cómo no! el paroxismo dei terror.
Ni una palabra, ni un gesto. Cierra esos ojos y. Carlos levantó la mano: pero la mano vibró en el aire sin caer.
Dirigiose la puerta, ante la cual esperaba Manuel y sus compañeros y abriéndola dijo con voz apagada: Pueden ustedes pasar: María está sola y duerme. No hay necesidad dijeron todos adivinando quizás en parte lo ocurridobástanos su Gracias, señores: pero como Manuel ha asegurado que en mi casa había entrado un hombre y éste no puede haber salido, debemos buscarle si no para satisfacción de ustedes para la mía y la rehabilitación de mi esposa que afortunadamente no se ha dado cuenta de nada. Si el intruso no es un ladrón, habrá venido al reclamo de alguna de mis criadas y vamos saberlo: tengan la bondad de seguirme.
Constituyóse Carlos en guía de sus atónitos amigos y una tras otra fué llamando a la puerta de los dormitorios de camareras y sirvientes, obligándoles medio vestirse y franqueir la entrada él y salon, poncabaré nos lletores e cada que por ama de de los ninguen conser lary vivaer para ctitud primer brazo sacuieran neas la fiida, exiFot. Mora En las playas de Limón sordagarganbrazo y irgo con Llaontestó: Sólo quedaba por registrar el cuartucho de la negra Genara y así lo hizo notar Carlos, añadiendo. Dudo que esté ahí el pájaro: pero de ello vamos asegurarnos, y si me equivoco y es la vieja Genara la que ha sabido encender una pasión, creo, señores, que el Romeo de esa Julieta lleva en el pecado la penitencia.
Llamó Carlos, abrió la vieja y acurrucado en en un rincón, pero ya vestido, pudieron ver al galán que no era otro que un abogado novel, de los más elegantes dandys de la villa.
Imaginense ustedes el cuadro y cómo y de qué manera salió el abogadillo del cuarto, de la casa y. de la población al otro día.
El doctor y los otros salieron silenciosos y estrechando la mano de Carlos. Salió el último, Manuel, que al abrazarle dejó en su oído alguna palabra que nunca pudo saberse, Con serenidad admirable volvió Carlos su dormitorio y volvió también ver abiertos, espantosamente abiertos, los ojos negros. Maria. dijo ni pido ni doy explicaciones. Desde este instante, y sin 2, 163 mpujó al amar: no is pasos
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