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yen la Es cierto: pero en cambio, esperar diez años para vengarse, hacer justicia, si así lo quiere usted, es inicuo, es bárbaro; lo repito, no es humano, Tampoco admito esta opinión. Califica usted de bárbaro inhumano lo hecho por Carlos, sin recordar que si no con tanto intervalo, eso es lo que hacen todos los tribunales con los reos de muerte, muchos de los cuales van al suplicio dos, tres y más años después de haber cometido el crimen.
Pero estos son los criminales a quienes condena la ley: no los hombres y María no puede estar comprendida entre los criminales de esa clase, ni Carlos entre los jueces.
Es peregrina esa teoria que sostiene la mayor parte de las gentes. Se.
gún ella no existen en la sociedad más criminales que los asesinos y los ladrones Sólo el dinero la vida arrancada a la violencia constituuna Sa cuyo ataque es punible. La paz de un hogar, la honra de la majestad de una madre la inocencia de una mujer, son cosas selas, el cual recibe, por todo castigo, la sonrisa de los envidiosos y ruines, y sın valor, perfectamente asequibles al primero que llega y se le antoja apropiáren todo caso el albur de cruzar una bala con un esposo ofendido, quien le hace 111 honor en cambio del ultraje recibido. No estoy conforme. Comprendo el perdón en el caso de Carlos, cuando se tiene, junto a la grandeza de alma, el temperamento apropiado y cuando, aunque la sociedad sea bien parcial en esto, la conducta del marido está completamente libre de mancha. Pero, ir a los tribunales, batirse con el causante, quitar la vida éste y la adúltera o uno de ellos en un momento en que falta la razón y la serenidad, no lo comprendo, porque no es justo.
Todo esto es verdad: pero no lo es menos que ninguna sociedad mo.
derna se muestra rigurosa en la sanción penal de esa clase de delitos. Será, sin duda, porque no existen almas bastante grandes para estar libres de tentación, será, tal vez, porque dada nuestra organización se cree el remedio peor que la enfermedad.
Será y eso es lo más probable, por ambas cosas a la vez; por eso yo, que no admito una legislación acomodaticia sobre el particular, no me atrevó a censurar ni aplaudir el proceder de Carlos. Tampoco era ese el fin de esa larga Conté un sucedido, traido colación por lo ocurrido hace pocos dias aqui.
Dejando eso: una curiosidad me queda por satisfacer dijo uno de los oyentes. Usted nos asegura que se trata de un hecho real y lo creemos: pero, muerto el chino y muerta Maria ¿cómo ha podido saberse el plan urdido por Carlos. Es que realmente se arrepintió y fué el arrepentimiento el que le hizo disparar contra el chino. No: la verdad es que la muerte del chino, único conocedor del plan de Carlos, estaba resuelto de antemano. El cómo se ha sabido todo esto es sencillo Carlos ha muerto y yo. llevo luto.
narración.
es bie o, y bariva, enfrien, ceredo lev de.
que de lalo, adeera y dar arlos de Con alguna menos extensión que ahora publique esta narración histórica en el periódico Lu Republica y bajo el pseudónimo de Mariano Losada, hace muy cerca de cinco años. Entonces puse en boca del narrador y como fin de su naración estas frases: Ahora es ocioso suplicarles qne si por acaso alguno de ustedes se le ocurre publicar esta historia, pues confieso que ello se presta porque tiene sobrado argumento para una novela, reserven nombres y lugares porque están aun calientes las cenizas de Carlos y bueno será esperar que se terminaba yo con la siguiente nota: Si existe aún el narrador de esta historia y un acaso hace que lleguen su poder estas líneas, verá que se ha cumplido su deseo; hace veinte y dos años que se la oi.
Ahora hace ya veinte y siete. y el narrador no existe.
César Nieto Barcelona, mayo de 1907.
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