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res idi.
G6icia da, caballero alemán, al que en las orillas del Rhin se apareció un muerto que había sido cocinero suyo, y le ofreció un caballo que llevaba del diesho, en el cual fue el caballero y volvió en veinte y cuatro horas de Jerusalén. Clemencín, Comentario, 331. El se precipitó al río con la lanza en la boca lo cruzó a nado. trayendo su caballo del diestro. Rafael Sevilla. Memorius de un Militar 104. Véase ahora ejemplo de la for na de diestro, en que falta el artículo «Luego entró un otro con un gran caballo de diestro, sin freno, y muy bravo y feroz, y demandándole que quería. Carta de Martin Salinas. Secret, del Emp. Carlos al Tesorero Salamanca. En Rasón y Fe, junio de 1905. Entraron tras esto doscientos y cuarenta caballos de cuarenta y ocho caballeros, de cada uno cinco, sin el que servía de entrada, que eran seis: pero estos que entraron delante de diestro, venían en dos hileras de los dos puestos contrarios. Mateo Alemán, Guzmán de Alfarache. pte. lib. cap. VII. Pedro Montesinos El Tocuyo. Venezuela.
11. cos ido duón, anja.
ran NOVisión Para Páginas Ilustradas es)
De la ciudad bulliciosa y alegre, viniste al puerto monótono y feo, y perfumaste su ambiente con tus rosas y diste fulgores su cielo con la luz del cielo de tus ojos.
El amor te trajo este sitio abominable donde, negro pájaro fatidico, el hastio aletea en los corazones, y la juventud, como una virgen anémica, languidece sin flores y sin sueños El amor guió tus plantas de hada este sitio abominable. Viniste ver al bienamado al que mañana lucirá en su escudo, como su mejor blasón. tu nombre de princesa, tu nombre suave como un perfume y dulce como un beso. Aqui plantó él su tienda por breves días, y vinis: te traerle, como presente del cielo, tus sonrisas de amor y a dejar dulce miel hiblea Lus besos de amor sobre sus labios.
Tu ingenua alegria de vivir, puso toques de luz en mi tristeza. Yo te veia pasar todas las tardes, acompañada de una rubia del Norte, tú la morena del trópico, con la luz del trópico en tus ojos, y pensaba al verte que la vida sería buena con un corazón como el tuyo, en que trina el ave de la esperanza dulcemente, con un corazón de virgen como el tuyo, al lado de los corazones tristes, cubiertos por las sombras de una eterna noche.
Ayer temprano, acompañada del principe de tus sueños, abandonaste el puerto monótono y triste, rumbo a tu ciudad bulliciosa, tu palacio de hada encantada. Pude verte partir, en el tren que se alejaba ostentando orgulloso su penacho de lumo, mientras los pañuelos que daban el último adios parecian paiomas blancas que sacudían las alas.
Yo habia ido al tren con un fabricante de tabacos llegado de muy lejos y que iba como tú la ciudad bulliciosa Él iba a buscar mercado para su produeto, dar el veneno lento de su nicotina muchos seres Tú ibas, criminal inconsciente, envenenat corazones con la frescura adorable de tu juventud y con la armonía deliciosa de tus líneas, Cuando tu última mirada me envolvió como un manto de dulce piedad, crei comprender que tú adivinabas que yo te habia amado en silencio algunos días.
David Chumaceiro lel us 20 Ty to lo se 11 11 11 2567 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud Costa Rica

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