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Los dramas de Monte Carlo El gran centro del juego en el mundo Son efectivas las historias de suicidios que se cuentan en Monte Carlo. Es efectivo que hay jugadores que abandonando los salones del juego, salen dispararse un tiro a la sombra de los árboles?
Sí, son ciertas, desgraciadamente, esas historias. Este paraiso suele ensangrentarse con la sangre de muchos infortunados. Las flores de estos jardines deliciosos han sentido caer sobre sus pétalos la sangre tibia de un hombre que se ha destapado los sesos.
Sólo que nadie sabe aquí, quiénes son esos desesperados. La prensa monesgasque tiene prohibición estricta de dar cuenta de la tragedias que ocurren en el territorio de Mónaco, y se dice que gran parte de la prensa europea recibe las influencias de la sociedad dueña del Casino, para no ocuparse de estas cosas.
El rumor de un suicidio surge poco a poco, se eleva como un humo trágico y corre cauteloso entre los jugadores. De ahí no sale, de ahí no pasa. Se detiene ante la indeferencia glacial de los hombres enloquecidos por la pasión dominante del juego. Algunos tiemblan al oír la nueva; pero la ambición les lleva de nuevo al rededor de las mesas. No están todos convencidos de que van ganar?
Ronda trágica debe ser veces la que hacen los cuidadores del jardín de Armida todas las mañanas. En cuántas ocasiones hbrán encontrado un muerto sobre sus flores. En cuántas ocasiones sus manos han arreglado de nuevo los pétalos de un pensamiento arrugado por la caída de un cuerpo hundido sobre ellos? esos muertos se les recoge en silencio, se les lleva a algún sitio triste y oscuro, y allí la policia averigua quiénes son, registrando sus papeles y después se les entierra. Sobre esos cadáveres pasa después la turbamulta apresurada y violenta de los jugadores.
Esos hombres tienen una familia, son el hijo querido, el padre idolatrado de un hogar; son el hermano, el novio, el amigo de una mujer. Son algo. Sobre la tierra hay alguien que los ama, que los espera que los llama, que mira acaso las estrellas pensando en ellos. Partieron un día llenos de ilusiones conquistar la fortuna. Un momento de desesperación, unas cuantas horas de locura, han bastado para que, desesperados, se salten el cerebro. Detrás de ellos han quedado muchas lágrimas. Muchas pobres lágrimas que nadie verá, en las cuales nadie pensará.
Recorriendo anoche los salones, me detuve ante un grupo de hombres que conversaban. al Iablaban de qué? De estas tristes historias. Uno de ellos había tropezado con un cadáver al retirarse, la noche antes, su domicilio. Contaba la historia con sangre fría. Alguien agregó al final. Es el tercer muerto de estos días. Pobre gente!
Sí, pobre gente.
El grupo se disolvió en silencio. Me quedé mirando ese desbande, y pensé en si algunos de sus fraques se iría manchar de sangre próxima 2668 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregon Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud Costa Rica.
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