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una mater dolorosa abandonó la estancia, pero con la esperanza de rendir el corazón del ingrato.
Retirada en su casa, rezando y pensando, supo que Ricardo casaría con una dama de rica alcurnia. Su corazón se inflo de celos, un nudo apretó su garganta y en una mañana primorosa volvió al jardín. Ricardo sale la puerta de la casa como de costumbre y María llega a su encuentro, llora y suplica primero; él la repudia y la insulta y entonces, en un gesto de suprema venganza, san.
ta venganza, noble venganza de la dignidad ultrajada, se abalanza al cuello del traidor, saca del seno un puñal, lo clava en el pecho de Ricardo y cae exánime al suelo.
Tal es el argumento del precioso drama de Ureña, que me complazco en presentar mi benévolo lector, para que conmigo junte las manos y aplaudia la obra del artista, la obra del sociólogo, la obra del literato culto.
Manuel Cestero (La Cuna de América. República Dominicana)
Página Breve Para Páginas Ilustradas Cuando ausente de la Patria, buscaba de la Patria una imagen, tú surgías entre la suave bruma lila de mis ensueños, turbadora y gentil como una princesa legendaria. entre los pliegues armoniosos de mi bandera, tendida como por encantamiento sobre las sombras de un ocaso costarricense. gualda, de un gualda desvaído de luz moribunda: azul de cielo tropical y roja, de un rojo violento de sangre) yo te admiraba en admiración ideal, toda blanca y toda pura, como si formada hubieras sido con un montón de lirios de nuestros valles y un manojo de nuestras rosas avileñas, tan fragantes y tan cándidas. era entonces el recuerdo. El recuerdo era entonces como una mano cariñosa que tendiera entre nuestras almas, gemelas en el soñar, el camino de amor sembrado de esperanzas por donde van los elegidos en pos de una música perdida, de un áureo rayo de sol, de una caricia lánguida Por ese can trovad y viajero llego al alcázar en donde imperas, turbadora y gentil como entre la bruma lila de mis ensueños.
Descanso en la primera grada marmórea. beso tu breve mano de reina, y arrojo en tu regazo los pobres versos míos (claveles, margaritas) atados con la cinta de seda de una mirada de mujer, que el extranjero recogió solícito en el «Parque de Mora zán, bajo un cielo estrellado.
Luis Correa Venezuela.
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