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Crónicas internacionales (Especiales para Páginas Ilustradas)
Digo como en las comedias: aliora lo comprendo todo. Se ha despejado la incógnita, que era para mí la nunca bien ponderada conferencia de La Haya.
Leo. Los delegados de La Haya nada lacen, ni nada dicen porque están comiendo. En un importante lotel de Scheveningue, los representantes de los diez y seis estados que han concurrido a las conferencias, han celebrado la friolera de sesenta y seis banquetes. El necord manducatorio lo ha recorrido Estados Unidos con trece «gaudeamus. le sigue Alemania con 9; Francia y Brasil con 8: Austria con 7; Argentina 5: China 3; Rusia, Chile, Perú, Colombia y Turquía 2: Suecia, Holanda y Cuba 1: y solamente España ha dejado de invitar, de pagar, contentándose con comer costa de los demás. Cada una de estas comidas ha costado, por término medio, razón de treinta francos el cubierto, corriéndose en la cuenta el Brasil que llegó cuarenta francos, sin los vinos, Estas noticias dipiomático gastronómicas son consoladoras y además instructivas, pues no hay duda de que mientras los honorables representantes de la Paz comen cuenta de sus respectivos estados, no lian de pensar en devorarse entre sí.
No dice el periódico de donde tomo la noticia, si el menú de alguno de esos agapes estaba compuesto de platos tar suculentos como Salade la marrocaine dindons a la coreanne o echevises ruses la moscovite; pero casi puede asegurarse que no faltarían entremeses de actualidad suministrados por Alemania, Francia, Inglaterra y el Japón, traídos directamente de las tribus hereras, de Casa Blanca, de la India y de la Manchuria, donde parece que hay abundante cosecha de rábanos y pepinillos.
En todo caso, hay que tranquilizarse y loar los conferenciantes comilones por sus trabajos prácticos en favor de la paz, deseándoles una bonísima digestión.
No tengo yo el alto honor, ni el inefable placer de conocer, ni siquiera de vista, al Emperador de todas las Rusias; pero si hay que juzgarle por la anécdota que de él cuenta un chispeante semanario londinense, confesemos que es el prototipo de la conformidad y bonhomie.
Dice el autor de la anécdota, y asegura, haber sido la comidilla de la aristocracia rusa, durante bastantes días, que una tarde paseaban el Emperador y su esposa por el parque de Tsarkoiselo entablándose entre ellos el siguiente diálogo: La Emperatriz Mi querido Nicolás, me parece que no está bien que apruebes, sin más ni más, lo que te dicen tus hombres de gobierno. Esta mañana, sin ir más lejos, trató Mr. Stolypine, de no sé qué asunto y tú le contestaste. Señor Stolypine, tenéis razón; estoy conforme con vos.
Algo más tarde entró el señor Durnovo: lo que te decía era lo contrario de lo que te dijo Stolypine y tú respondiste. Tiene usted razón; estoy conforme. Llegó a su vez el señor Schwanenbach, quien, yo lo oí, opinó en completo desacuerdo con los dos anteriores, y sin embargo, tu le dijiste. Mi querido señor Schwanenbach, tiene razón; estoy conforme. 2815
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