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¿No te parece, mi amado Nicolás, que eso no está bien?
El Czar se queda reflexionando unos momentos y contesta. Mi queridísima Alejandra, tienes razón; estoy conforme. Nunca con mayor razón se pudo decir aquello de Sinon zero. 11 Sa bido es, y si no se sabía sépase ahora, que el supremo ideal de todo ricachón británico se cifra en ser presentado en la corte, favor dificilísimo de lograr y que requiere la mar de influencias. Hay ambicio.
so que se lleva esperando tres o cuatro años, lo cual, permite al solicitante perfeccionar su educación preparatoria. muelio más complicada y difícil de lo que cualquiera pudiese imaginar: no basta querer presentarse, hay que saberlo lacer. Pero dejando consideraciones a parte, vamos al caso.
Entre las pretendientas ha figurado. estos últimos tiempos, una soberana de la plutocracia americana, del Norte, por supuesto, mil veces millonaria. La hermosa, según dicen, y espa mpanante Mrs. la que le cupo, después de mucho intrigar y aguardar, la honra, el gustazo de recibir una Command para una recepción oficial. Quiso la rica hembra de Chicago dar el gran golpe, y se presentó en Palacio con traje que daba el opio y todos sus derivados, un escote, que hubiera querido yo ver. y con la cabeza, pecho. brazos y cuello. cargados de pedrería. Lucía la buena mujer por valor de dos millones de dollars. mí 10 me consta.
Apeóse ufana Mistress de su soberbio carruaje, penetró en el alcázar, presentó su correspondiente billete de invitación y. y le salió al paso un primer chambelán que con exquisita cortesía, pero en términos muy claros le indicó que no estaba presentable. Ni el vestido, ni el escote, ni las joyas eran conformes las rígidas prescripciones de la etiqueta palatina. Retiróse la mistress, pero en su casa soltó la espita de la furia, pateó de rabia. lloró de ira y hasta tuvo un ataque de nervios. Pasado el furor escribió una carta al Embajador de Estados Unidos, exigiéndole el envío de una nota diplomática al Gobierno Inglés reclamando plena y completa satisfacción por insultos inferidos una súbdita americana.
El Embajador dijo llainarse Andana. pero por vía de consuelo le dió la sus más sentidos pésames. La mistress, que no se contentaba con menos que con una carta autógrafa de Eduardo VII, pidiéndole excusas, se enfureció más y anunció que no permanecería ni un día más en Inglaterra; que se volvería al punto América y que no pararía hasta conseguir del Gobierno de Washington la destitución del Embajador y el envío de un ultimátum la Gran Bretaña.
Veremos, veremos. dicen que dijo Teodoro al escuchar las pretenciones de la reclamante. Esas cosas deben meditarse muy despacio; pero para probaros mi indignación os doy mi palabra de no recibir ninguna señora inglesa que se presente muy escotada y cubierta de brillantes. Las represalias son siempre justas. ra le S e ahí está todo cuanto puedo contar las veinte y cuatro horas de mi llegada. En la otra seré más. nutritivo.
Perico Flurón Londres, 27 de setiembre de 1907.
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