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mera edad, el consejo de la madre y sus ejemplos; y como el grano de arena que rueda en el conjunto de las masas batidas por el Océano es, a pesar de su infinita pequeñez, la unidad de aquel conjunto, así la labor del hogar, sobre un corazón que sea, viene ser también, de gran masa humana, la unidad de sus destinos. Para tales fines y con significación tan alta en el proceso de la humanidad, es en la educación del hogar donde deben consagrarse los fundamentales deberes de la vida. como la idea ile Dios, en cuanto es causa y efecto de todo lo creado, viene ser la primera que se impone por orden lógico del principio y del fin de la existencia, se hace preciso enseñarla preferentemente al niño para que la conciba, si no con la razón, incapaz en esa edad de comprenderla en toda su grandeza, con el sentimiento, que, abierto sin reserva las primeras impresiones de la vida, acepta ingenuamente esa evangélica enseñanza y la mantiene en su pristina pureza, mientras, ya hombre, en la edad madura, somete sus dictados al juicio sereno y más ilustrado de su razón; ese juicio, que, bien informano y mejor dirigido, no deja de reconocer, más tarde más temprano, que en los preceptos de la religión de Cristo se encuentra la noción fundamental del bien: el amor a Dios y los hombres y el deber para con todos.
Inspirado así el niño en la idea de Dios instruido en los preceptos de la moral, medida que los pequeños incidentes de su actividad vayan requiriendo la amonestación y los consejos de sus padres, corresponde éstos, con la práctica de la virtud como medio racional y digno de vivir, formarle el medio ambiente; es decir, saturar la atmósfera que ha de mantener la vida de aquel organismo de todo cuanto sea capaz de reflejar sobre él el bien, y de imprimir en sus facultades la firmeza y energías que habrán de levantar su ánimo y de dignificarle para con los demás, es decir, el carácter distintivo peculiar de la voluntad acerada en el estricto cumplimiento del deber y manifestación evidente de las aspiraciones del hombre. si humildes, siempre nobles; si grandes, beneficiosas siempre al mundo y ejemplares!
La educación del hogar es sencilla por cuanto se desliza entre las ternuras y los cuidados de los padres, entre los trabajos y quehaceres naturales y corrientes de la vida ordinaria de la familia; sin embargo, el carácter, la educación y las costumbres de los padres son veces tan inconvenientes y de suyo tan difíciles de corregir que indefectiblemente afectan sobremanera la indole inclinaciones de los hijos. Es muy común y corriente, aun en personas de cultura social y de ilustración superiores, el pretender que el niño debe hacer siempre, como los hombres ya formados, las cosas bien y correctamente y que las infracciones en este sentido cometidas emanan de una voluntad contraria y rebelde, que debe corregirse y aun castigarse; asimismo, se cae con frecuencia en el grandísimo defecto de la intolerancia por todo: por el juego del niño, por los daños casuales que haga, por sus distracciones en el cumplimiento de algún mandato y por tantas otras causas tan triviales que apenas si llegan demostrar todas juntas y en los más graves casos que aquel organismo es activo, impetuoso, distraído; es decir, que, bien mirado, tiene todos los atributos de la edad infantil: algunos de aquellos que auguran precisamente mayores triunfos y mejores resultados, pues la actividad no es un detecto, ni menos lo es la impetuosidad, y en cuanto a las distrucciones, éstas denotan, cuando más, que si el niño no piensa en lo que se le ordena se desea, es porqne piensa en lo suyo, cualquier cosa que llama su atención y le interesa. No pretendo que esas facultades queden sin la debida dirección; muy al contrario, considero que deben encauzarse, pero con solicitud y buena voluntad, para hacerlo con acierto, Pero de esto a la constante intolerancia y al castigo frecuente, hay una distancia tan grande como la que llega establecerse entre el hombre educado y el hombre brusco, entre el de carácter distinguido en fuerza de ser tratado con dignidad 283

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