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Crónicas internacionales ell t11 les va to 11 RE pa se ad de сі na es SI 11 d a d Especiales para Páginas Ilustradas Intermezzo marroqui Pues es el caso que un amigo, activo osado repórter él, que me he echado en ésta. va y me dice, dijo. Me voy dentro de una hora para Rabat para saber punto fijo lo que piensa mi buen amigo el Sultan Abd el Aziz. Quiere venir. Pero hombre, si acabo de llegar; además, 110 sé si podría. No se preocupe de nada: yo obtendré un pasaje para como corresponsal de cualquier periódico.
Andando. ya saben ustedes por qué y cómo me vine, no Rabat. pero si Tánger, donde creíamos cosa prudente parar los pies en virtud de las noticias que nos dieron unos amables colegas que tuvieron que salir de Rabat con una velocidad de 400 millas por hora, para evitar las caricias con que trataban de obsequiarlos los moros de la escolta imperial. Pero esos amables cofrades nos enteraron e por de todo lo ocurrido a la llegada de sherifiana y ahí va la relación.
EI Sultán llegó próximamente las doce. Las azoteas estaban llenas de moras, las cuales sintiéndose indulgentes asáz curiosas dejaban ver fácilmente sus rostros. Por cierto que las había rubias como los rayos del sol, morenitas como andaluzas y negras azabacles como la conciencia de un usurero, en la hipótesis de que esa casta de bichos tenga conciencia la entrada de Rabat había centenares de moros con sus charangas de tamboriles y dulzainas ejecutando una música que mí me pareció ser una rapsodia del segundo acto de «Boheme. Soldados colocados una y otra parte de la calle, en la que las aceras son honorarias, la mayor parte de ellos correligionarios en el calzado de los soldados costarricenses, cubrían la carrera. La entrada del Sultán fué cosa grandiosa por la gritería de los moros amenizada con el disparo de fusiles y espingardas y los zambombazos de los cañones y las alabanzas, en forma de chillidos, de las moritas, que se conoce que estaban calladas hacía mucho tiempo. En medio de esta algaza ra, capaz de dejar sordo cualquiera que no fuera infiel marroquí, a pareció ci simpático Emperador, tranquilo y sereno y como si no se enterase de nada. Es bastante joven y aunque parecía sonreirse se notan en su semblante huellas de mal humor. Se metió en la Mezquita, oró allí un rato y al salir detuvo su caballo para ver el desfile de su Harém que para nosotros decía el narrador resultó una tomadura de pelo, pues todas las odaliscas iban tapaditas de cara y cuerpo, no dejando ver otra cosa que los pies calzados primorosamente. Lo demás había que adivinarlo.
Lo primero que hizo el Sultán fué enterarse de la política; y lo segundo. pues lo segundo, fué casarse con una rabatense rabatina o como se llame una hija de Rabat, preciosa barbiana de doce años, según dicen. Ali! y lo tercero mandar una partida de 300 soldados a Fez para que le trajeran el resto del Harém que se había quedado olvidado sin duda. No se podrá decir que Abd el Aziz pierde el tiempo.
En cuanto los soldaditos acabaron de hacer de comparsas, no teniendo cosa mejor en que ocuparse, se dedicaron dar caza todos los 2860
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