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Canción de esperanza don Daniel Ureña Cuando pasen. amada, con tu mano coloca sobre el pecho del más fuerte una flor, como el fuego del verano roja y llena de esencias. Ellos vienen de donde la cosecha se madura y traen fatiga. Míralos! La frente debemos inclinar ante la obscura senda cuando sus pasos se aproximen.
Bajo las inclemencias enemigas (lluvia para los granos que en el surco revientan, sol que dora las espigas. ellos se han encorvado, fuertes, rudos. laborar en la fecunda entraña de la inadre común: son los robustos hijos, el porvenir de la montaña en los grandiosos días del futuro.
Más allá de la selva, en la colina, los aguarda la esposa en el humilde umbral de la vivienda campesina.
Van llenos de cansancio y nos sonrien con dulce compasión, como si acaso adivinaran nuestras almas tristes; y la enorme tristeza del ocaso profundiza en mi alma sus raíces.
Se han perdido a lo lejos, en la sombra, y estás muda, oh, amada! con la misma dolorosa expresión que no se nombra y llevaba el más viejo en la sonrisa. Por ventura te enferma el pensamiento de la negra ciudad donde agonizan los liombres torturados por un lento revolverse en un tálaino de espinas?
Como el símbolo alegre del verano, a través de las eras, venturosa, mañana empuñará tu blanca mano la curva hoz, y al fallecer la blonda hoguera de las tardes amarillas, consolará tu palidez morbosa el brotar saludable en tus mejillas de pudibundas y encendidas rosas.
Luis Tablanca Ocaña, Colombia. 1907.
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