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e25 Бе 10 e. a וד S e se muestra en ciertos días completamente distinto de lo que es, como poseído de una especie de irritación que no sólo le impide escuchar las lecciones sino que le impulsa coger algo con las manos, ya los cuadernos de un vecino la manga del vestido darles tirones de pelo de oreja. Pero dichos movimientos deben ser inconscientes, así lo prueba el que si en cualquiera otra circunstancia no se enfada por el castigo que se le aplica y que comprende merecer, cuando se le reprende en esas ocasiones se pone quejarse y llorar y no cesa hasta que la crisis le ha pasado. En vano se le quiere obligar a ser razonable, lo único que se consigue es aumentar su excitación. Qué debe hacerse? Cuál es el camino para dominar al número 227 Conocemos algunos padres de familia que no vacilarían en emplear el castigo corporal, pero ese medio está prohibido al maestro y el nuestro que es psicólogo penetrante emplea una receta suave y vieja pero buena. Lo más prudente y eficaz para que el niño mejore cuando tiene síntomas de su irritación es dejarlo tranquilo. Después de hacerle algunas observaciones que no acata se le aisla para que no moleste sus compañeros, y más tarde cuando ya se le puede hablar con probabilidades de atención se le reprende y castiga por haber desobedecido.
El número 22, además de ser indisciplinado entra en la categoría numerosa de los discípulos que poseen más memoria que inteligencia. El maestro no se limita tomar nota de ello sino que trata de reparar el punto débil de la armadura y con perseverancia lo ha logrado. Veánse los párrafos siguientes de su tema: Ya sea que esta facultad (la memoria) haya sido la primera en surgir y por consiguiente en robustecerse, ya que apareciendo simultáneamente con las otras, pero de más cómodo ejercicio, el niño la emplea de preferencia, lo cierto es que cuando este alumno vino clase su raciocinio y su juicio eran casi nulos, y sólo recurría la memoria para aprender lo que se le trataba de inculcarle. Su única preocupación era la de forzar su buena memoria para retener palabra por palabra lo que acababa de oir y al recitar sus lecciones empleaba exclusivamente los mismos términos de que se servía el maestro el libro. Trabajando así jamás llegaría poseer verdaderos conocimientos. Por eso tenía repulsión por todas las asignaturas, pues le costaba mucho aprender cada una de sus lecciones y porque si bien podía recitarlas sin un punto, dándole la primera palabra, en cambio, era incapaz en absoluto de contestar un interrogatorio sacado de la materia que pretendía saber.
Con modestia digna de encomio, sin insistir sobre el esfuerzo perseverante que ha debido emplear para corregir ese defecto de mentalidad mal dirigida, el preceptor agrega: ha sido preciso reaccionar durante mucho tiempo antes de acostumbrarlo comprender de antemano explicarse lo que debe estudiar confiándolo después la memoria. Todas esas dificultades han desaparecido por completo desde que el niño ejercita ya su raciocinio. Dichoso el número 22! Habia caído en las manos de un educador excepcional que unía la inteligencia el corazón. medida que trascrib mentos de su estudio veo al excelente maestro inclinado sobre el discípulo, prodigándole consejos, explicaciones, levantando su ánimo, aclarándole conceptos del texto, provocando las preguntas, despertando en una palabra la razón aletargada en esta alma de niño. Qué amor de su profesión, qué ardiente abnegación se adivina en este obscuro preceptor, qué humilde lucha para aligerar la pena de su alumno, de su amigo, iniciándole la vida intelectual con una claridad de método digna de un Pestalozzi o de un Horacio Mann.
Aquí suspendemos la reseña de estos trabajos, pues podría volverse fastidiosa, a pesar de la constante diversidad entre los individuos estudiados y entre sus observadores. frag 2909
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