Este niño, que apenas cuenta nueve años, está en el medio de su clase: Se diría primera vista que es poco despierto, sin embargo, no carece de inteligencia; tiene facilidad para el cálculo mental, sin duda adquirida en la prác.
tica de los negocios, pero no sabe bien la tabla de multiplicar. Lee y escribe medianamente para su edad, está atrasado en francés y en ortografia, duras penas escribe alguna frase correcta. Al hablar en francés le he oído servirse de palabras desconocidas, pero debe decirse en su descargo que sus padres no saben leer ni escribir y que hablan en el dialecto de la Briga.
En el segundo trimestre se conservan las mismas divisiones en el estudio, pero el maestro agrega una nueva: Progresos. Insiste particularmente en el perfeccionamiento moral. El pequeño se porta mejor. Es susceptible de apreciar el consejo y las palabras de aliento que se le dan fuera de clase.
Todavía es discolo, pero su fisonomía gana cada dia en franqueza. He logrado despreocuparlo entristecerlo sin gran esfuerzo y lo que juzgaba hipocresia era timidez. Aún no es muy respetuoso con sus padres, a veces les responde con grosería. Lo he amonestado varias veces sin éxito, probablemente por estar el mal muy arraigado. Demuestra, en cambio, gran afecto su hermanito de pocos meses. Lo toma en sus brazos, lo pasea cantándole lo sienta a su lado y trata de divertirlo para que ría lo adormece meciéndolo con precauciones maternales.
Veamos en el 3er. trimestre la parte relativa a la moral. El preceptor se ve obligado a conceder que quiere sus padres y especialmente a su madre pues la cuidó prodigándole mil atenciones en una grave enfermedad que tuvo. Sin embargo, el respeto que debe tener su familia deja que desear, demuestra indiferencia en su trato con ella. Ya es menos desconfiado, más estudioso y con sus camaradas s atento a pesar de su natural brusquedad. Siempre es práctico. Nuestro alunno es muy exacto en los negocios. Cuando recibe dinero para sus padres no descuida contar cuidadosamente la suma.
Una vez que le pagué personalmente la leche que había traido para mi familia me sorprendió verle que no sólo contaba los céntimos que le entregué sino que también los examinaba entre los dedos para estar seguro de que no eran falsos. Tal vez eso fué efecto de la costumbre, pero le hice ver sonriendo la desconfianza que mostraba su maestro.
Finalmente, que es pedagogo práctico y benéfico no se contenta con observar su individuo sino que como mentor suave y paciente dirige toda su educación y así al finalizar su trabajo con milestras de satisfacción escribe. Desde todo punto de vista y sin exagerar, este alumno no ha perdido su año en la escuela. Aumento notoriamente su saber, con el ejercicio frecuente ensanchó sus facultades intelectuales, han disminuido algunos de sus defectos y más de una de sus cualidades, se ha desarrollado.
Continúan los trabajos y son tan numerosos como variados. El número 22 del catálogo se refiere al alumno de Mentón. No pudo entrar a la escuela sino después de los años, porque adolecía de una enfermedad nerviosa, pero enseguida alcanzó sus camaradas. Fundado en ello el preceptor escribe incidentalmente: Por los resultados que ha dado este niño se comprueba una vez más que si no debe principiarse la instrucción demasiado tarde como lo pretenden algunos filósofos, entre ellos Rousseau, tampoco es ventajoso que se obligue los niños frecuentar la escuela antes de los siete años. tiene excelentes padres de condición desahogada relativamente, que se preocupan de él, que sólo piensan en sus triunfos y en su porvenir. es en lo general muy obediente y educado y es asiduo en su trabajo pero está sujeto una especie de accesos que el preceptor describe con minuciosa claridad indicando el remedio que bien podría generalizarse. Este alumno habitualmente atento y obediente 2908