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ca la superficie, ni animan sus músculos yertos: es el movimiento de la sierpe deslizándose bajo un sudario. Nadie podría encontrar uno solo de esos matices de movilidad que constituyen la gama de la fisonomía humana, en aquella faz espectral; y sin embargo, os parecerá extra.
ño, pero ella, ella tiene una expresión propia, suya, sólo suya en la que hay algo que aterra, que espanta. la negación de todo sentimiento, por una pasión que fría. egoísta y única, lo subordina todo su avasalladora energía: pero eso pasión no se manifiesta nunca por un acto concreto y voluntario: la ira, el odio revelado, tienen su idealidad, su belleza, la belleza de la sinceridad. Esta obsesión pasional recóndita, incontrastable, une su pureza la fascinación irresistible del abismo, el peligro de la celada.
Alto, huesoso, geométrico, no le habéis acabado de mirar, cuando miedo intenso, mortal. paralizante se apodera de todo nuestro sér: su hábito oculta un cuerpo. que puede ser un esqueleto; sin verle diríais que ese cuerpo está cubierto de piel ulcerosa purulenta y carne corroída por sorda gangrena; no, vosotras no osaréis levantar el paño negro para ver, tocar lo que hay debajo. Quién es ese hombre, me diréis? No lo sé. lo he observado y nunca he podido por entero su secreto sorprender. Lo tratáis y ne lo conoceis; os habla, sí, pero no oís su voz, conversa con vosotros y 110 sabéis qué os dice: os habla. pero como al alma hablan las cosas, como os habla la soledad, como os habla lo misterioso, lo desconocido; el ruido de la paletada de húmeda tierra que cae sobre un ataud, tiene más de expresivo, más de humano que su voz; Hoffman, en sus imágenes tétricas, en sus alucinaciones de delirio. no hubiera podido soñarlo. Imaginad. un fuego fatuo, un ambulón de forma humana, que se os escapa de las manos cuando lo creíais haber cogido, que se apaga de repente, que no da calor, ni deja huella de su paso, eso es, allí le tenéis. Su andar siempre igual, lento, cauteloso.
No amo nunca, no la llorado, no ha sonreido. no tiene amigos, ni familia, ni madre, no fué niño; ni en sus labios delgados, pálidos y violáceos como una cicatriz, se descubriría la huella de un beso.
Si os confiáis él, vosotros que habéis sido niños, que habéis sonreido y llorado, que tenéis un alma ávida de efusiones y esperanzas: si le reveláis alguna de vuestras penas, si le comunicáis alguna de vuestras alegrías en él, no liallaréis eco. Estáis su lado, pero estáis solos, ntiendo esa soledad que aterra y espanta, como la soleda de un cementerio en medio de las sombras misteriosas de la noche. Sentís deos irresistibles de echaros sobre él, de asirle, pero experimentáis la enebrosa convicción que os moveríais en el vacío. Hay entre este hombre y el mundo, un obstáculo invencible, un muro que no podéis escalar jamás, un algo que superior vuestras fuerzas, paraliza todas las energías. Alguna vez, sin embargo, en vuestro deseo irresistible, en vuestro anhelo desesperante y loco, tratáis de luchar con él, de acosarle, pero todo en vano, él, el enemigo que vive y combate en la sombra, burlará vuestros golpes y os vencerá siempre, siempre, sin lucha, sin fati2915
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