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ese aroma mu.
ojos de su personalidad física, ejercitados en la percepción de todas esas naturales consecuencias de la función orgánica animal.
Ha vi ido Ud. plenamente la pompa de sus cantos. Por eso hay en ellos sinceridad, ese reflejo de verdad, que constituyen la belleza misma, germinal del arte y de la idea.
En la naturaleza, hay procesión variada de colores ante nuestra mirada.
Los órg perceptores de Ud. descubren algunos, que otros se empeñarian en vano en descubrir. Porque no todas las máquinas es dado producir idéntica tarea, si no hay una absoluta uniformidad en su constitución. ya ud, sabe la variedad infinita que presentan en su estructura, y desde luego en su funcionamiento, esos complejos mecanismos que llamamos hombres. Por eso Cd. recarga de colores sus cuadros. Esto, mi ver, es producto exclusivo de su Laueidad, que no da tiempo a su cabeza para ir verificando simultaneaa con la producción, el trabajo seleccionador que debe ser su complemento.
Agal por qué le he dicho ya que su temperamento artístico no está educado en los ejercicios de la voluntad. Un poco menos de afán de gloria y algo más de vig de resolución para hacer tarea fecunda y útil, no ya sólo al deleite la poesía en su sentido lírico, sino al impulso generoso de los que en las incomodidades del presente las venturas del porvenir para la ia humana, harían más valioso y perdurable el canto de su musa. El emperante de la gloria, suele matar en las personas todo sentimiento isimo. Entre ei ruido de esa literatura sensacional impresionista que pasa aturdiendo con la fanfarria de sus vanos lirismos, van muchos esclavos del afán glorioso, exquisitos forzados que perdieron la ruta de su vida y no aciertan encontrar en parte alguna algo que pueda interesarlos fuera del torbellino de la celebridad. Ay, no sea vå, uno de ellos Todos los tiempos tienen sus deidades, y las seguirán teniendo las futuras épocas en tanto que los vientos de raciocinio no logren limpiar de miasmas deletéreos el ambiente que respiran los siglos. Cierto es que estas deidades fruto de ignorancia y de miedo, elementos a los cuales van incorporando nuevos átomos las civilizaciones son unas mismas en el fondo. El fetichismo primitivo seguirá ondeando sus banderas muchos siglos aún, llevado por esa misteriosa corriente de la superstición espiritualista que es el fecundo manantial que vigoriza las religiones todas de los hombres: fórmulas esclavizantes del esfuerzo, asesinas del gallardo impulso y de la fuerte esperanza, únicas responsables del retardo humano. Hay cierta tendencia artística literaria, más que todo sustentadora de esos estandartes abigarrados de símbolos de interpretación funambulesca, al través de los tiempos. Ora se llame decadentismo ora reaparezca ataviada con moderno traje, siempre será ella el centro nervioso de un sistema de mistificación ilusionismo que reacciona violentamente sobre la marchas de las experimentaciones de la realidad vivida, que en arte se llaman naturalismo. Puede explicarse de otro modo el cúmulo de extravagantes delirios que hoy fabrica sobre las ruinas de su antiguo fracaso, ese llamado renacimiento literario que ha proscrito de su dominio el oro de las ideas y aún el cobre democrático y sencillo del sentido común?
Me ha parecido veces que Ud. olfatea sobre ese rastro. Alguno de sus últimos versos me sugiere ese temor: y no sería sincera esta carta, si en ella no le expresara lo que pienso de tales preversiones del sentido artístico y moral, que vuelven a resucitar la antigua fórmula que parecía vencida para siempre, de el arte por el arte.
Por supuesto, que todo es según yo puedo apreciarlo y en esto no hayni seriamente podrá suponerse ninguna afirmación rotunda y absoluta. la larga podría comprobarse que padezco miopía que soy un espiritu atrasado, incapaz de percibir exquisiteces metafísicas. De lo cual casi me va convenciendo la experiencia Mi objeto está colmado. Qué más puede decir Ud. quien no es viejo, ni erudito, ni literato ni nada Poeta me dicen ratos. Unos, los apóstoles del buen vivir, para significar en son de piadosa fisga lo mucho que se duelen del criterio exagerado idealista con que suelo mirar las cosas humanas. Nada sé yo de las divinas. Otros, los que fraternizan con mi sentimiento y sienten 2972

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