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Los borucas son indios amables, comunicativos y generosos con el ladino (sikúa. especialmente las mujeres se aficionan él con preferencia al de su misma raza. La mujer es el verdadero tipo del trabajador. Ella va casi todos los días al cultivo llevar la comida, trabaja en él un rato y vuelve al caer la tarde cargada con la red 6, cuando menos, con el niño de leche las es.
paldas.
Son notables entre ellos el aseo de las personas y el de las viviendas, así como el orden que reina en todos los muebles y objetos que contituyen el menaje de la casa. Las mujeres tejen admirablemente las mantas de algodón y las tiñen de colores vivos sacados del múrex (tinte del caracol) y de algunas plantas tintóreas, Tejen también las redes y hamacas, preparan el mastate con que se abrigan en las noches de frío y fabrican armas y lanzas, de que se sirven en la pesca y en la caza. Sus lanzas son de punta metálica o del tronco de una palmera muy resistente llamada biscoyol, que ensamblan amarran en cañas de un metro y medio de longitud.
Los borucas son actualmente cristianos y han perdido por completo las costumbres belicosas que los distinguian en tiempo de la conquista. La Iglesia y el poder civil se hallan allí en intimo consorcio y nada se hace sin el acuerdo mutuo del cura y del juez de paz. Hay en el alto del cerro de Boruca una cruz de madera que con sus brazos abiertos parece estar recordando los habitantes que están bajo la férula de los ministros de Jesús. Como es natural, el cura se aloja en una buena casa, mientras que la escuela, que está mirándola de frente, es un rancho miserable. La Iglesia posee algunos ornamentos de época antigua, del tiempo de las misiones españolas y un registro eclesiástico que data de 1804.
DE BORUCA LA COSTA garto Habiendo permanecido tres días en Boruca, decidimos partir hacia el Lagarto, que es un puertecito fluvial sobre el río Grande de Térraba. Yendo hacia el Lagarto el camino es bastante irregular: hay que subir primero una pequeña cuesta y luego descender paulatinamente hasta llegar a él. En el Lagarto se encuentran dos ranchos y sus moradores poseen pequeños cultivos de plátanos y cereales. En este último trayecto hemos gastado algo más de dos horas, según podrá verse en el itinerario de la última etapa de nuestro viaje. El río en este lugar está encajonado en un lecho que parece haber sido formado por él mismo, pues los peñascos que se ven uno y otro lado, invadidos veces por el bosque, no tienen una altura considerable.
Nos embarcamos, pues, en dos pequeños botes que se alquilaron en La.
dirigirse al Pozo y de alli Las Ajuntaderas, en donde nos esperaba un bongo que para nosotros había ido contratar. La travesía por el rio se hace con mucha dificultad, debido al gran número de raudales que hay que descender, con peligro de que la barca se rompa y los equipajes se mojen. veces el raudal es tan rápido, que es preferible bajar tierra antes de aventurarse en su descenso. En el punto llamado Palmar, el valle del río se ensancha notablemente, permitiendo los cultivos, y encuéntranse unos pocos ranchos habitados por indios de Boruca, dedicados a la pesca. Llegamos al Pozo las y 45 de este lugar en adelante, las mareas se hacen sentir ya, y esta circunstancia permite la navegación en bongos botes de gasolina.
El Pozo es la estación más importante en el curso inferior del río Grande de Térraba. El señor don Otto Herrich, con su socio el señor Riotte, han establecido allí cultivos de arroz en grande escala sobre las tierras aluviales de la orilla derecha. Este caballero, que es el prototipo del agricultor alemán, nos recibió con la amabilidad que es habitual en él y nos dió importafites informes sobre los cultivos que tiene establecidos. Sus cultivos, sin embargo, no están exentos de las amenazas del río y de los vientos. Durante los meses de junio y julio, estos últimos suelen destruir los arrozales en lo mejor de su maduración Respecto de la vecindad del río, que es aquí la vía de comunicación para sacar los productos, el señor Henrich tiene ya una experiencia bastante triste. El 3018 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud Costa Rica

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