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edge o ciences ordon Revista semanal de Páginas Jlustradas al nú.
species e hasá los os de Gea EN EL PARQUE CENTRAL Nuestro parque ha quedado convertido en un dije, un impulso más y el nuevo kiosko en construcción estará también terminado en breve; quedará erguido como un trono chinesco en medio de las bordaduras de plantas y flores y bajo la custodia de la esbelta palmera que a su lado se levanta como para contemplar su tópico nativo, allá en las costas del Pacífico del Atlántico, de donde fue arrancada por la mano de algún viajero ignorado, Por las mañanas, un buen número de niñeras se aparece allí con albos delantales, tirando cochecillos en los que conducen bebés de ojos grandes y celestiales, frescos como frutas en cierne: allá una chiquitina rubia se roba un clavel blanco burlando la vigilancia del policial y echa a correr en busca de la mamá, quien la repreude en francés, más allá dos granujas corren tras de un connubio der gorriones comemaices que, esquivando la persecución de los galopines, vuelan del baldosado la gran mata de flor de verano, en donde detallan un aria alegre, casi burlona en señal de triunfo. Una vez me dijo el maestro Povedano: estos pajarillos son unos audaces. y nunca me pareció tan apropiado tal calificativo como cuando aquel artista se lo endilgó los gorriones de mi cuento.
Algunas mañanas, mi excelente amigo el poeta Alejandro Dutary (Romeo. desciende de su casa de hospedaje, la cual queda situada junto al parque, y, desde un poyo de aquel lugar, se complace en darles migajas y los comemaices por poco se le posan en la mano. El día menos pensado el señor Dutary se va presentar en Panamá con una docena de gorriones domesticados. Gracioso seria el caso!
Ayer, al descender la tarde, me llamó la atención un extranjero que, desde uno de los asientos de nuestro parque, hundía sus dos pupilas en el infinito azul mientras se arremolinaba en el aire el humo que despedía un tabaco que de cuando en cuando saboreaba. Desde mi lugar de atisbo. cuántas cosas lei en la mirada de aquel hombre de otros climas! Quizá soñaba con las tardes policromas de Venecia, deslizándose en una góndola, semejante un cisne, sobre los cristales de la ciudad encantada como un Narciso en las linfas de esmeralda del Adriático; tal vez allá, muy lejos, en un horizonte ideal, contemplaba la gran corriente humana de Lutecia, con todo su lujo, con toda su ponpa, con toda su borrachera de arte y elegancia y con todas sus liviandades, mientras la gran torre de Eiffel se hundia en el vacío, como colosal aguja, con el intento de desgarrar el vientre de las nubes o detener el viaje de la garza luna. bien aquel callado soñador contemplaba el vuelo sesgado de un par de grullas sobre el tapiz de un arrozal dorado por el fuego del sol del Oriente, o una pagoda misteriosa, una müsmé adorable, una geisha encantadora bajo un quitasol de seda lila, en un jardín de crisantemos y mariposas azules. Todo eso veía acaso, al través del cristal de un ensueño delicioso, aquel tejedor de quimeras, embriagado por la morfina de la tarde que fué reclinándose indolentemente en las enhiestas montañas de Escasú, mientras en la penumbra del parque se difundía un incienso de rosas y jazmines, y en la copa del abeto abanicaban las brisas un penacho de crepúsculo violeta amenazado de muerte por las alas de la noche.
Apolo Este es el título de una bella revista joyel de arte finísimo que, en Montevideo. Uruguay. redacta el notable poeta Pérez y Curis. Por las páginas de Apolo desfilan, dejando estelas brillantes, las firmas de Vicente Medina, el poeta murciano, las de Vargas Vila, Andrés Mata, Arturo de Carricarte, Chocano, y Nervo, y otros no menos notables; todos los citados colaboran con Rudd 3167 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregon Limano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud Costa Rica.

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