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Honras fúnebres Por César Nieto Para Páginas Ilustradas (Conclusión CAPITULO La venta atrevido.
Era una de esas tardes de las que Madrid tiene privilegio exclusivo. Triste, llorona, de lluvia menuda y reinando el vientecillo aquél del que se dice que no apaga un candil y mata un hombre. Tarde que convidaba la molicie ilustrada con naipes. cigarros licorera pissible descubrir de una vez y por sorpresa todas pais esa sas dienaercapitauen. Una grises, en. las. España, nos dejarían ver en su interior escenas de un realismo que sólo Zola se ha Pues bien, esa tarde, por no sé qué razón nos habiamos reunido en casa de Augusto tres amigos, yo entre ellos, y la pasamos, mientras llegaba la noche, jugando al tresillo. Ya al anochecer me levante para retirarme, cuando al Marqués se le ocurrió que comiéramos todos con él. Hubo su escarceo de negativas, más fingidas que sinceras, porque la mesa de Augusto era archi sugestiva; al último aceptamos y el aristocrático Anfitrión dió sus órdenes para que la comida fuera digna de los invitados. Mientras ésta llegaba propúsonos una partida de billar en el excelente que tenía, en cuya sala hizo servir los indispensables aperitivos. Hacía ya un rato que corrían las bolas, cuando se presentó un criado. Señor Marqués. dijo.
Qué hay?
Una señora pregunta por Uaa señora. qué quiere. No sé; pero demuestra gran interés en ver V. y ha insistido en que le avisara para que se sirva recibirla. Oye. Es vieja. No lo parece, aunque no puedo decirlo por venir con el velo la cara. Bueno, entrala mi despacho y dile que voy en seguida.
Fuése el doméstico y empezaron por nuestra parte las bromas y cuchufletas.
Sonreíase el Marqués jurando y perjurando que a nadie esperaba y después de cortos instantes salió.
Pasó bastante más de media hora y al cabo de ella regresó Augusto pintándose en su semblante una diabólica satisfacción no sin mezcla de otro sentimiento que no era fácil descifrar. Estallaron otra vez las bromas y Augusto nos prometió contar la aventura, pues aventura fué, de sobre mesa.
Poco después se presentaba el jefe de comedor pronunciando el sacramental.
El señor está servido.
Durante la comida, cuyo elogio me reservo, no puraron las pullas y las excitaciones Augusto para que satisfaciera nuestra curiosidad. Pidió plazo hasta los postres y, saboreando ya el café, díjele: Vaya, humbre, hable de una vez. la conoce me dijo y hasta por ella hemos tenido algún altercado. Ya sé de quien habla Consuelo. La misma. fué ella la que estuvo aquí?
Ella en persona. Pero cóino se explica que habiendo resistido tanto tiempo, ahora sea ella la La verdad es que las mujeres son incomprensibles. Más de dos años he estado haciendo todo lo imaginable para vencerla sin conseguir otra cosa que desaires y más desaires, como VV. juzgarán. aquí Augusto nos conto someramente cuanto yo he contado. ahí tiene continuó que cuando menos esperaba y cuando ya casi me iba acostumbrando a la idea de oividarla, ella misma espontáneamente viene entregarse. Espontáneamente? dije yo sospechando alguna nueva trama de Augusto, pues me eran perfectamente conocidas las cualidades de Consuelo. Diré V. al decir espontáneamente quiero indicar que su venida no ha obedecido ni gestión, ni indicación mía; pero sí he de confesar que las causas que la han obligado dar ese paso la excusan.
que.
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