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Chayito Jurado REMEMBRANZA 94 Fue en una muñana fresca, llena de brumas transparentes, perfumadas y puras como los orientales bálsamos; una mañana primaveral en que el gran jardín de la naturaleza, todo cubierto de bellas flores ostentaba sonriente las corolas blancas de sus inmaculadas margaritas, los pétalos tristes de los lirios solitarios, los cálices entreabiertos de las castas azucenas; una mañana en que todas las avecillas de la selva cantaban el himno de alborada; en la que Chayito, la bella enfermita, se moría, se iba allá, lo ignoto, porque Dios la llamaba. Chayito, el albo lirio, brotado en la azul ribera del cristalino lago en que jugaban los blancos cisnes de pico sonrosado, doblaba mansamente, uno uno todos sus niveos pétalos y de su ánfora se consumía lento todo el néctar delicioso.
el lecho blando, toda pálida, toda mustia, toda triste, con esa tristeza honda que habla tan intimamente nuestra alma, con su abundante cabellera caída en ondulados bucles sobre su yerto pecho, y su rostro tomó la expresión de algo divino. en su boca, en aquella pálida boca que fué siempre nido de sonrisas, quedó grabada la última, la más bella, las mas dulce y simbólica.
Ya Chayito se fué al país de lo desconocido y su partida quedamos llo.
rando todos los que la admiramos. en el instante en que la muerte muy quedo se acercó a su lecho se iluminó el ambiente con una claridad nue, como de luna y allá muy lejos, muy lejos, se escuchó una música muy suave y melancólica que llegaba nuestros oj.
dos, como de una orquestación celestial que acompaña un coro sublime, arro.
pado de dulzuras infinitas, de acordes y armonías de otras regiones. Eran los querubes del cielo que cantaban aleluyas, porque sus legiones llegaba un compañero que ansiaba compartir las delicias del Supremo Ideal.
со P: со bi de 94 de Anita Anita. me muero, me voy donde mamá que me llama a su lado. balbucearon trémulos sus pálidos labios. me muero, me muero! de sus dilatados ojos brotó una diamantina lágrima que la hermana angustiada enjugó con la seda de sus manos; y Chayito, la blanca, la dulce virgencita de diecisiete años, de ojos negros y resplandecientes que miraban tan tiernamente, dobló su cabecita rubia, en suave almohada de plumas y encajes: sus pupilas se nublaron y no vieron más este mundo, Quedó recostada suavemente en su de Fué en una mañana primaveral en que el solitario lirio nacido en la azulosa ribera del cristalino lago, dobló sus albos pétalos y tornóse mustio y triste, porque su esencia se elevó al cielo, donde dicen que está Dios que ama las flores impolutas y frescas como el alma de Chayito.
рес er Oct. Castro Laborio Costa Rica, marzo de 1998.
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